Conocer las ventajas e inconvenientes de prolongar la doble antiagregación más allá de los 12 meses actualmente recomendados después de un síndrome coronario agudo (SCA) ha sido el objetivo de una sesión de controversia que ha enfrentado dos posiciones claras: la doctora Ana Viana Tejedor (Madrid) ha defendido la postura de prolongar en la mayor parte de los casos durante más de un año esta terapia, mientras que el doctor Antonio Tello Montoliu (Alicante) ha aportado argumentos contrarios a esta práctica.
Para el Dr. José A. Barrabés Riu, del Hospital Vall d´Hebrón de Barcelona y moderador de esta sesión, “puede tener un gran impacto clínico aclarar cuál puede ser la mejor opción en estos casos, dado que el síndrome coronario agudo es una causa frecuente de ingreso hospitalario y la población de pacientes con cardiopatía isquémica estable y antecedentes de síndrome coronario agudo en algún momento de su vida es muy numerosa”. Pero es que, además de por la magnitud de la población diana, “la mayor o menor duración de la doble antiagregación puede tener consecuencias significativas sobre la salud de cada paciente”, afirma.
Determinar exactamente el tiempo de duración de la terapia antiplaquetaria en estos casos va a modular el impacto potencial de este tratamiento tanto en la incidencia de eventos trombóticos como en la aparición de complicaciones hemorrágicas.
Ni blanco, ni negro
Según las evidencias actualmente disponibles, la prolongación de un tratamiento antitrombótico intenso tras un SCA se acompaña de una reducción en la incidencia de eventos trombóticos, como el infarto agudo de miocardio, el ictus o la trombosis del stent. Sin embargo, también se aprecian algunas limitaciones cuando el tiempo de extensión de la doble antiagregación se alarga en exceso, siendo la principal un aumento paralelo en la incidencia de eventos hemorrágicos.
De esta forma, y mientras no haya una demostración clara de la superioridad de una duración de tratamiento sobre otra en un subgrupo determinado de pacientes, “lo que hacemos muchos clínicos es individualizar la potencia y duración del tratamiento antiplaquetario doble según nuestra percepción del riesgo trombótico y hemorrágico de cada paciente, prolongándolo cuando el primero supera claramente al segundo y reduciéndolo al máximo cuando ocurre lo contrario”, expone el Dr. Barrabés a partir de su experiencia personal.
Sin embargo, en muchos pacientes estas decisiones son difíciles, ya que no presentan riesgos extremos. Además, se necesitan herramientas que ayuden a calcular ambos riesgos a medio y largo plazo, ya que las escalas utilizadas habitualmente durante la hospitalización tienen una utilidad limitada después del alta.