Los congresos médicos están en una difícil encrucijada. Las restricciones económicas, las dudas sobre su eficacia docente y sobre el adecuado empleo de los recursos de que disponen y la sospecha de que pueden ser una herramienta para que la industria farmacéutica module la voluntad de los médicos, desatan críticas sobre los mismos.
Todos estos factores, y alguno más que se me escape, confluyen para hacer más difícil el futuro de los congresos tal y como los entendemos en la actualidad.
Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación pueden facilitar la docencia médica y deben integrarse en los congresos. Tienen el potencial de abaratar costes, disminuir desplazamientos y permitir una individualización de la formación. La SEC lleva años aplicando estas tecnologías como complemento a los congresos presenciales. Su potencial es enorme, pero todavía deben desarrollar completamente muchos de sus valores y demostrar su eficacia antes de sustituir plenamente a los congresos. Gran parte de su potencial para este cometido es todavía 'virtual'.
Es cierto que los congresos deben aplicar mejor sus recursos y dirigirlos fundamentalmente a su función docente y formativa, evitando al máximo actividades que podrían ser consideradas como 'lúdicas'. No obstante, la asistencia y estancia en otra ciudad requiere unas actividades complementarias imprescindibles, que, realizadas con mesura, contribuyen a establecer relación y contacto personal con otros profesionales. Crear relaciones y redes personales y profesionales es algo que, de momento, los congresos realizan mejor que ninguna otra alternativa. Estamos acostumbrados a aprovechar el congreso para convocar reuniones (de investigadores, consejos, editores, etc.), algo imposible de plantear de forma individualizada y virtual. En los dos días del congreso se resuelven actividades que, realizadas de otra forma, conllevarían más tiempo y dinero. Esto debe estar en el haber indiscutible de los congresos.
Los congresos están mayoritariamente financiados por la industria farmacéutica. Obviamente, las empresas tienen unos intereses comerciales innegables y legítimos, pero eso no quiere decir que nosotros, los profesionales responsables, adoptemos de forma automática, sin revisión crítica, la información aportada. Las revisiones por pares y las guías de práctica clínica, entre otras estrategias, contribuyen a obtener una información con el menor sesgo posible. Los congresos bien diseñados, con participación plural e independiente de expertos, son también un factor esencial para obtener la información más fiable. Las sociedades científicas juegan un papel fundamental en modular esa información. La SEC lo ha realizado hasta ahora y es nuestra responsabilidad que lo siga haciendo, si es posible, con mayor eficacia. Por otra parte, no creo que carezcan de sesgo los que critican este patrocinio, pretendiendo una superioridad moral que no les reconozco. La ciencia y el cuidado de los pacientes han avanzado gracias a la industria. Negar esto sería negar la evidencia y, como consecuencia, devolver el cuidado de los pacientes a siglos pasados.
Existe una propuesta de la industria a nivel europeo para dejar de participar y apoyar los congresos médicos en los próximos dos años. Además, algunas empresas plantean organizar sus propios centros de formación, para evitar que los recursos se 'malgasten', como, según ellos, ocurre con las sociedades científicas. Estas restricciones y estrategias, que ya se están llevando a cabo en EE. UU., no solo aumentarían la sospecha de sesgo comercial de la formación suministrada, pues es más fácil modular a un centro 'independiente' que a una sociedad médica seria, sino que podría contribuir a acabar con la calidad de la medicina en nuestro país. La disminución de los salarios médicos haría imposible autofinanciar la asistencia a los congresos, a diferencia de lo que ocurre en países con salarios mucho más elevados. En pocos años, la calidad de la medicina y de la asistencia médica caería en picado de aplicarse esta medida. Porque sería una gran sorpresa que las administraciones públicas pusieran en marcha planes de formación adecuados y ecuánimes en la evaluación de las últimas evidencias científicas. Además, esta estrategia sería también negativa para sus promotores en la industria, pues unos médicos no formados no reconocen con facilidad los avances ni tratan de aplicarlos.
Hago estas reflexiones en nuestro Congreso de Bilbao, pero pensando en el próximo de Zaragoza, la Ciudad Blanca para los árabes, así llamada por la abundancia de yeso y cal de sus edificios. Espero que esa blancura, símbolo de pureza, nos haga conseguir un congreso realmente formativo e independiente. Según se dice, Zaragoza es una ciudad talismán para las serpientes, que no podían penetrar en ella, por lo que pido que esta 'serpiente ideológica' que amenaza a los congresos no sobreviva en la ciudad, gracias a nuestra actitud. Así, Zaragoza, lugar en el que asistí siendo residente a mi primer congreso de la SEC, puede convertirse en pilar sobre el que continuar reivindicando con nuestro trabajo y buen hacer la necesidad de los congresos médicos para una sanidad de calidad. Y esta actitud de permanente aprendizaje estoy seguro de que se manifestará también aquí, en Bilbao.