La correcta estratificación del riesgo de muerte súbita de los pacientes con Síndrome de Brugada, representa un aspecto relevante y no definitivamente resuelto en esta población de pacientes. Está bien reconocido que aquellos pacientes resucitados de una muerte súbita o que tienen historia de episodios sincopales de causa no determinada, presentan un mayor riesgo de presentar eventos fatales ulteriores. Sin embargo, la situación podría ser diferente en aquellos pacientes con diagnóstico del síndrome pero que están asintomáticos, y en ellos la estratificación de su riesgo arrítmico resulta controvertida.
Una de las herramientas adicionales que podría resultar útil en la estratificación de riesgo, es la inducibilidad de arritmias malignas en el estudio eletrofisiológico. Aunque la información en la literatura no es convergente en el sentido del valor positivo del mismo, en el segundo consenso sobre Síndrome de Brugada publicado en el año 2005, se considera indicada la realización del estudio electrofisiológico en los pacientes asintomáticos, y en caso de resultar positivo se aboga por la implantación de un desfibrilador implantable. El estudio de Probst et al. nos aporta datos interesantes al respecto. El trabajo aporta datos de una gran serie de pacientes con el síndrome (1029 pacientes consecutivos) pertenecientes a 11 centros terciarios de 4 países europeos, concretamente de Francia, Italia, Holanda y Alemania (registro FINGER), en el que los autores analizan la tasa de eventos a lo largo de un seguimiento medio de casi 32 meses, en función de la forma en que fueron diagnosticados, es decir, si el diagnóstico se hizo tras un episodio de muerte súbita recuperada (6%), si fue tras presentar síncope de causa no conocida (30%), o bien si el diagnóstico se realizó al realizar un ECG en ausencia de las condiciones de los grupos anteriores, o sea, en pacientes asintomáticos (64%). Los autores observan que la tasa de eventos en los sujetos asintomáticos es muy baja (0,5% al año vs. 7,7% y 1,9% para los grupos de muerte súbita recuperada y síncope respectivamente), y que las únicas variables predictoras de eventos arrítmicos en el grupo completo fueron la presencia de síntomas y la existencia de un patrón espontáneo de tipo I del Síndrome de Brugada. En esta gran serie de pacientes, los antecedentes familiares de muerte súbita, la presencia de una mutación en el gen SCN5A, e importantemente, la inducción de arritmias malignas durante el estudio electrofisiológico, no tuvieron valor predictivo de eventos futuros en el análisis multivariado realizado. El estudio electrofisiológico se realizó en el 62% de los pacientes (n=638), y resultó positivo en el 41% de los mismos (en 125 de 269 sujetos sintomáticos y en 137 de 369 sujetos asintomáticos (46% vs. 37%)). En los sujetos asintomáticos con estudio electrofisiológico positivo (n=137) se produjeron sólo 4 eventos (2,9%), y en los asintomáticos con estudio negativo (n=232) se observaron 3 eventos (1,29%).
Obviamente, los datos de este trabajo representan sólo un paso más en el camino de conocer la historia natural de los pacientes con Síndrome de Brugada, pero son relevantes en el sentido de que son derivados de la mayor serie comunicada de pacientes con el síndrome. Mientras esperamos conocer datos posteriores que puedan clarificar la controversia existente, la comunicación y explicación apropiada de las evidencias actuales a nuestros pacientes, deberán jugar un papel primordial a la hora de decidir la estrategia terapéutica a seguir en los pacientes asintomáticos con Síndrome de Brugada.
Long-Term Prognosis of Patients Diagnosed with Brugada Syndrome. Results from the FINGER Brugada Syndrome Registry
Probst V et al. Circulation 2010;121:635-643