Poco se conoce de las implicaciones pronósticas de los distintos regímenes antitrombóticos utilizados en la angioplastia primaria en el infarto de miocardio con elevación del ST de los pacientes mayores de 75 años, ya que se trata de una población que, si bien es creciente, ha estado muy poco representada en los ensayos clínicos. Este ha sido precisamente el objetivo del estudio retrospectivo ESTROFA-IM+75, presentado en el congreso, que también ha analizado la eficacia de los stents farmacoactivos en esta población anciana.
Con el fin de evaluar el manejo de la terapia antitrombótica para la ICPp y sus implicaciones pronósticas en ancianos, en el registro ESTROFA-IM-75 han participado 31 hospitales españoles que han incluido un total de 3.576 pacientes. El Dr. José M. De la Torre, cardiólogo intervencionista del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander y primer firmante del artículo, explica que tras realizar un análisis estadístico de aparejamiento se ha comprobado que, hasta ahora, “la práctica clínica se ha desarrollado correctamente y no es necesario establecer nuevos criterios de actuación”.
Se estudiaron tres ramas terapéuticas: la que recibió solo heparina no fraccionada (HNF), otra con tratamiento combinado de HNF+abciximab, y una tercera con bivalirudina. “Los fármacos antitrombóticos que más se utilizan son la heparina simple, que solo se asocia a aciximab en un 26% de los casos, y al 12% de los pacientes se les administra bivalirudina”, señala el doctor.
Aunque en el análisis no ajustado el uso de bivalirudina se asoció con la incidencia más baja de eventos, sin incremento en trombosis, el primer firmante del estudio matiza que, tras realizar los ajustes oportunos mediante un propensity score y un seguimiento a dos años, “realmente no hay diferencias entre el tratamiento con heparina o bivalirudina”. Por tanto, conviene que la terapia estándar continúe siendo la heparina no fraccionada, pero siempre individualizando el tratamiento y añadiendo aciximab si el paciente presenta mucho trombo y no tiene alto riesgo de sangrado, o bien seleccionar bivalirudina para aquellos casos con mayor riesgo hemorrágico.
Otro aspecto que ha abordado el registro ESTROFA han sido los resultados de los stents farmacoactivos (SF) frente a los metálicos (SM) en esta población de ancianos mayores de 75 años. Es preciso destacar que en el registro el uso de SF fue minoritario (27%).
La amplia muestra del estudio ha permitido demostrar que, tras realizar un ajuste por índice de propensión de tratamiento, los stents farmacoactivos se asociaban a una mejor evolución clínica, sin más hemorragias severas.
En concreto, en los grupos pareados por índice de propensión de tratamiento, la incidencia de muerte cardiaca, infarto y TLR a los 2 años fue del 10,5% con SM y 7,4% con SF; trombosis definitiva o probable de stent del 2,5% con SM y 2% con SF y la incidencia de sangrado BARC > 2 de 2,1% con SM y 1,5% con SF.