La Fundación Española del Corazón (FEC) ha celebrado, en el marco del Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares SEC 2019, un simposio sobre “Alimentación y salud cardiovascular” moderado por su presidente, el Dr. Carlos Macaya. Precisamente, una de las líneas de acción de la FEC pasa por mejorar la salud nutricional de la población. Como explica el Dr. Macaya, “en la sociedad actual es cada vez más frecuente el consumo de alimentos procesados, por lo que resulta necesario concienciar y formar a la población sobre la importancia de llevar una alimentación saludable para prevenir la aparición de enfermedades, entre ellas las cardiovasculares”.
Los beneficios de la dieta mediterránea para la salud cardiovascular son de sobra conocidos. Partiendo de esta realidad, los expertos han repasado diferentes políticas que permiten impulsar una dieta saludable y han discutido acerca de cómo maximizar los efectos de la dieta mediterránea sobre el sistema cardiovascular.
Políticas para impulsar una dieta saludable
Según Mª Ángeles Dal Re, vocal asesora de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) y coordinadora de la estrategia NAOS, “el paradigma actual y global de la alimentación y la nutrición considera que, para prevenir las enfermedades derivadas de una alimentación inadecuada y de todas las formas de malnutrición, los alimentos no solo tienen que ser seguros, sino que deben ser también saludables”; y es que, en su opinión “un alimento no lo es si, además de seguro, no es nutritivo”.
La experta se ha mostrado a favor de modificar el entorno alimentario con el fin de que se faciliten las elecciones alimentarias más saludables y sostenibles. “Por eso, desde las administraciones y desde todos los actores de los sistemas alimentarios se deben apoyar las opciones de alimentación segura y nutritiva con dietas saludables”, asegura.
En esta línea, la estrategia NAOS, impulsada por AESAN, propone la implantación de políticas efectivas “con el objetivo de disminuir las altas prevalencias de obesidad, en especial entre los niños”. Esas políticas de acción prioritarias son:
- Implementación de un etiquetado frontal con el NUTRI-SCORE en España, ya que no hay uno armonizado para toda Europa. “Es una herramienta con evidencia de su utilidad y eficacia para facilitar la elección más saludable, sobre todo en población con menor nivel educacional y, además, para impulsar la reformulación”, remarca Dal Re
- Mejorar la alimentación en el entorno escolar y en centros públicos. “Hay que aplicar criterios para mejorar la calidad nutricional y de sostenibilidad en las contrataciones públicas de alimentos y bebidas”
- Seguir impulsando la reformulación, una medida efectiva de salud pública extendida en Europa. “Desde la AESAN estamos desarrollando el Plan de Colaboración para la Mejora de la Composición de los Alimentos y Bebidas 2020. Se trata de un plan público y transparente del que actualmente ya estamos en seguimiento”
- Reforzar la protección de los menores frente a la publicidad de alimentos y bebidas
- Generar un nuevo estudio Aladino 2019 sobre prevalencia de la obesidad infantil en niños de seis a nueve años en España. “Este estudio permitirá un diagnóstico actual y exhaustivo de la situación del sobrepeso y la obesidad infantil en España, y permitirá evaluar la evolución con respecto a datos previos y hacer una propuesta de medidas que se centren en los nuevos datos”
- Información y sensibilización sobre la obesidad
Decálogo para maximizar los beneficios de la dieta mediterránea
Por su parte, el Dr. Ramón Estruch ha recordado que “muchos estudios han observado una gran diferencia en la incidencia de la enfermedad cardiovascular entre los países del norte y el sur de Europa, hecho que se ha atribuido al estilo de vida propio de los países mediterráneos y, más concretamente, a la dieta mediterránea”. Tanto es así que la dieta mediterránea se considera actualmente como una de las más saludables del mundo y se ha incluido en las principales guías clínicas de prevención y tratamiento de la enfermedad cardiovascular.
Sin embargo, el experto considera que “la dieta mediterránea tradicional, propia de los países mediterráneos de los años 50-60, podría mejorarse” si se tienen en cuenta los siguientes puntos:
- Sustituir el aceite de oliva común por aceite de oliva virgen extra: un consumo de cinco cucharadas soperas al día, preferentemente crudo
- Reducir la ingesta de sal
- Sustituir los cereales refinados por cereales integrales, para aumentar la ingesta de fibra dietética
- Aumentar el consumo de frutos secos; al menos tres raciones a la semana, preferentemente sin tostar y sin sal
- Aumentar el consumo de pescado a tres o cuatro veces a la semana, preferentemente pescado azul. Se debería evitar o limitar el consumo de pez espada, atún rojo, cazón, marrajo y tintorera, especialmente las mujeres embarazadas y los niños de menor edad
- Mantener un consumo de cinco raciones al día de fruta y verdura. Idealmente, tres raciones de verdura (una en forma de ensalada) y dos de fruta, siempre de temporada
- Consumir legumbres, tres o más veces a la semana
- Mantener un consumo moderado de vino o cerveza, siempre con las comidas y preferentemente por la noche (con la cena)
- Reducir el consumo de carne roja (pero no abolirla) y limitar el consumo de procesados de la carne. La carne de pollo (sin piel), pavo y conejo son opciones más saludables
- Sólo consumir ocasionalmente de bebidas refrescantes (azucaradas o no), bollería, dulces y pasteles industriales