Este estudio pretende determinar una escala basada en factores clínicos, bioquímicos y ecocardiográficos sencillos para estimar el riesgo de muerte a un año, a pesar de llevar implantado un DAI.
Para ello fueron recogidos datos clínicos detallados en una gran cohorte observacional de pacientes portadores de DAI de 3 centros de atención terciaria. Un tercio de los pacientes fueron seleccionados al azar para formar el grupo de predicción (GP) en dicho grupo se desarrolló una puntuación de riesgo mediante regresión logística. Esta calificación se aplicó luego a los dos tercios restantes de la cohorte (grupo de validación [GV]) para evaluar la exactitud de predicción de la calificación del riesgo. En cuanto a los resultados obtenidos la cohorte total incluyó 2.717 pacientes con DAI (media de edad=64,6 14,5, hombres=77,2%, implante en prevención primaria= 74,7%). La escala de riesgo más sencilla incluyó la enfermedad arterial periférica, la edad >70 años, creatinina >2,0 mg/dL, y la FE <20% (PACE) prediciendo con exactitud una mortalidad al año en el GV. Los pacientes con una puntuación de riesgo de ≥3 presentaban 4 veces la mortalidad a un año en comparación con los pacientes con una puntuación de riesgo de <3 (16,5% frente al 3,5%, p<0,0001). Sin embargo, la reducción de la limitación de riesgos proporcionada por la terapia de DAI en esta cohorte no se conoce debido a la falta de un grupo de control. Los autores concluyen que una escala de riesgo sencilla predice mortalidad a 1 año en pacientes con DAI, los pacientes con una puntuación de riesgo de la PACE ≥3 presentan un alto riesgo de mortalidad precoz a pesar de la terapia con DAI.
Comentario
Se trata de un interesante estudio que pone en relieve el perfil de riesgo de pacientes con implantación de DAI en una cohorte de observación (es decir la vida real), informándonos del alto riesgo que presentan estos pacientes a pesar de llevar dispositivos tan avanzados como un desfibrilador, y nos dota de una escala de riesgo que se puede obtener a la cabecera del enfermo, para poder informarnos e informar al paciente y su familia de cual es el riesgo de muerte precoz independientemente de la terapia administrada. Este estudio nos demuestra además, como otros en la misma línea, que quizás no solo nos tenemos que quedar con el dato de la función sistólica de VI para decidir la implantación de un DAI en prevención primaria, sino que hay otros factores tan importantes como la enfermedad renal, arterial periférica y sobretodo la edad que inciden significativamente en el pronóstico.
Una limitación del estudio es la ausencia de una cohorte de observación de pacientes con las mismas características epidemiológicas que por algún motivo no se hayan sometido a un implante de DAI para ver cuál es la incidencia beneficiosa real de dicho dispositivo en estos pacientes de tan alto riesgo que habitualmente no se incluyen en los ensayos clínicos que sí han valorado este aspecto.
Por tanto, y como se dice en una editorial acompañante, en los tiempos en los que vivimos y que los recursos son limitados, hay que evaluar adecuadamente a los pacientes en la práctica real o incluso sugerir la realización de estudios que aclaren estos términos. El efecto negativo que se obtuvo en la terapia hormonal para prevenir cardiopatía isquémica, o el del marcapasos DDD en la miocardiopatía hipertrófica, o el del estudio InSync (que se atribuyó hasta un 30% al efecto placebo en terapia de resincronización cardiaca) o el ya clásico fallo de la terapia con antiarrítmicos para las extrasístoles ventriculares, nos recuerda que no tenemos que dar como dogmas lo que tenemos hasta ahora y siempre realizar un análisis razonable.
Referencia
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Kramer DB, Friedman PA, Kallinen LM, Morrison TB, Crusan DJ, Hodge DO, Reynolds MR, y Hauser RG.
- Heart Rhythm. 2012 Jan;9(1):42-6.