La rehabilitación cardiaca ha demostrado inequívocamente mejoras funcionales y de la morbimortalidad de los pacientes cardiópatas en general y coronarios en particular. En los países desarrollados se aplica a la mayoría de los pacientes en quienes está indicada. España quiere ser uno de tales países, pero parece que en este baremo de calidad no damos la talla.
El porcentaje de pacientes rehabilitados en nuestro país es desoladoramente bajo. Aunque va mejorando poco a poco. Los culpables, todos: los políticos que no quieren gastar y los profesionales que no les convencemos que es un ahorro de vidas, de sufrimiento y también económico.
Todas las guías de práctica clínica, documentos y recomendaciones de expertos señalan -además con estas palabras traducidas textualmente- que el fervor del médico en recomendarla es el factor único más poderoso que predice el que un paciente siga un programa de rehabilitación. ¿Por qué, entonces, aquí no lo conseguimos? ¿Hemos perdido el fervor o nunca lo tuvimos?
Los que estudiamos de niños el catecismo tradicional recordamos algunas cosas. Por ejemplo, para el sacramento de la penitencia había cinco requisitos. Los tres primeros se llamaban (con el estilo rimbombante de entonces) examen de conciencia, contrición de corazón y propósito de la enmienda. Y pueden aplicarse al caso que nos ocupa a propósito del fervor que nos piden ejerzamos.
Hagamos examen de conciencia. ¿Ponemos, como dicen las guías, fervor en recomendar este procedimiento? Fervor significa entusiasmo, ardor, eficacia en conseguir algo. ¿Nos empeñamos de verdad en ello sin desmayo? ¿Somos conscientes de que nuestro fervor se traduce en mayores posibilidades de que el paciente se beneficie de la rehabilitación cardiaca? ¿Hacemos todo lo posible por buscar un centro adecuado aunque haya dificultades u obstáculos?
Y luego la contrición. ¿Estamos convencidos de las consecuencias de nuestra desidia? Seguro que sabes que el efecto preventivo de complicaciones y mortalidad cardiovascular de la rehabilitación cardiaca es de rango igual o superior al del ácido acetilsalicílico, los betabloqueantes y las estatinas en pacientes infartados. Estos fármacos los recetas cada día convencido de su eficacia. Pero, ¿prescribes la rehabilitación con el mismo convencimiento? ¿O la consideras un trámite engorroso que procuras cumplir rutinariamente (en el peor y real sentido de la palabra, hábito adquirido de hacer las cosas sin pensarlas)?
Finalmente, el propósito de la enmienda. ¿Vas a hacer algo por mejorar tus índices de rehabilitación a tus pacientes cardiópatas? ¿Buscarás la ayuda de los expertos si los tienes cerca? ¿Porfiarás para montar la rehabilitación cardiaca en tu entorno si no la hay? ¿Aprovecharás las diversas modalidades simples de la rehabilitación cardiaca, que no necesita a veces sofisticados programas completos hospitalarios sino actividades domiciliarias más sencillas, pero supervisadas?
Preguntas y más preguntas. Que ojalá se traduzcan en respuestas positivas. Y que las tasas de empleo de la rehabilitación cardiaca se hagan europeas… como muchas otras cosas.