Muchas arritmias se pueden curar definitivamente mediante la ablación intracardiaca de vías o focos eléctricos anormales. Lo hacen los colegas electrofisiólogos con gran eficacia, limpieza y seguridad. Pero muchas veces la indicación surge del cardiólogo clínico, al cual muchos pacientes acuden inicialmente.
Y hacen bien, porque lo primero es sospechar el diagnóstico y poner el tratamiento farmacológico si procede. Después cabrá plantear al paciente la opción de ablación si se piensa que está o puede estar indicada. No hay que olvidar que la mayoría de las indicaciones de la ablación son clínicas: duración, gravedad y frecuencia de las crisis; o respuesta inadecuada, intolerancia o impropiedad del tratamiento farmacológico.
Pero aquí viene el problema. Cuando contamos al paciente que debe o quizá deba practicarse una ablación, lo primero que hace es horripilarse. La verdad es que la palabreja suena fatal. A casi todos les viene a la cabeza una salvajada en el área genital femenina que -para indignidad de ellos y también nuestra- se practica aún en algunos países o colectivos. Y nos obliga a explicarles que no es en modo alguno un procedimiento salvaje. Más bien todo lo contrario. Nuestros expertos electrofisiólogos en realidad hacen una fina virguería: destruir delicada, limpia y selectivamente determinadas zonas del endocardio donde asientan las causas o los mecanismos de las arritmias mediante corrientes de radiofrecuencia u otras fuentes de energía "limpias" aplicadas desde el exterior a través de un fino catéter. ¿Por qué, entonces, si el método es tan fino le dan un nombre que suena tan horrible? ¿Y por qué es el cardiólogo clínico el encargado de explicar esta discrepancia?
Ablación según el diccionario de la Real Academia Española es un procedimiento quirúrgico de extirpación, mutilación o separación de cualquier parte del cuerpo. Que es lo contrario realmente de la ablación de los electrofisiólogos. Por dos razones. No es una técnica quirúrgica, sino justamente su antítesis, la vía percutánea. Ni tampoco extirpan nada, solo “queman” un área minúscula. Según ellos la ablacionan, que aún suena peor. O sea que además de feo, el nombre de ablación es impropio.
Para evitarnos el sofoco de mandar a nuestros/as pacientes a que les hagan una ablación, los colegas electrofisiólogos tendrán que buscar un nombre mejor. Mientras discurren, permítanme una sugerencia. Ya que ponen desfibriladores automáticos implantados (DAI), quizá deberían también practicar la desconexión eléctrica intracardiaca (DEI). ¿No suena mejor? O, al menos, que usen el término radioablación, que disimula el segundo componente y tiene un cierto tono de tecnología punta que atrae más. El excelente rendimiento del procedimiento merece un nombre que le haga justicia.