Si ha habido un cambio en los últimos 30 años que ha modificado el diagnóstico, el pronóstico, la seguridad y, sin duda, la mortalidad del paciente cardiaco han sido las técnicas de imagen aplicadas obviamente con sentido clínico.
En el primer número del milenio, el New England Journal of Medicine publicaba un soberbio editorial sobre los 11 avances científicos de los últimos 1.000 años de la medicina e incluía las técnicas de imagen como el cambio más revolucionario, al mismo nivel que el descubrimiento de los antibióticos o la microbiología. Las técnicas de imagen han dado ciencia, seguridad y tangibilidad al bello arte del imaginar clínico, y no sé por qué hay que avergonzarse. ¡Cuando se entenderá que, por ejemplo, la ecoscopia a la cabecera del enfermo significa el renacer de la exploración clínica y no todo lo contrario!
El brillante, admirado y buen amigo, Dr. Alegría Ezquerra, lo menciona en un artículo publicado recientemente en este blog, el "Síndrome del videojuego" y explica en qué consiste esta extraña patología: «[...] deslumbramiento por el brillo aparente de las técnicas de imagen, sobre las que se fundamentan casi únicamente los diagnósticos dificultando u oscureciendo la consideración de este como un todo sin contemplar las muchas otras variables que intervienen[...]». A este yo le opondría el llamado el "síndrome cardiológico de Peter Pan", que se caracteriza por la idealización de la clínica del conocimiento cardiológico inmutable, negando la evolución adulta a otras maneras diferentes de hacer. Habitualmente consideran que si se tiene un eco en la mano o se está detrás de una consola, los rayos ultrasónicos debilitan y ablandan las meninges exactamente en el área donde radica en el cerebro el sentido clínico. De hecho, mantienen que la utilización de estas ondas o cambios magnéticos reducen la auscultatoria capacidad auditiva y de comunicación con el enfermo. Por cierto, lean lo siguiente: Nueva York, 2005. Hospital de reconocido prestigio. Esta es la apuesta: comparar en un grupo de pacientes el diagnóstico proporcionado por la exploración de los cardiólogos sénior, todos grandes clínicos, usando únicamente la exploración física estándar y su sentido clínico, contra la que obtienen los estudiantes (¡sí, sí, he dicho estudiantes de Medicina!) auxiliándose de la ecocardiografía (entrenamiento de los estudiantes 16 horas) y mediante un equipo portátil. Solución: la habilidad de los estudiantes para detectar disfunción ventricular, dilatación de cavidades, hipertrofia y lesión valvular fue espectacularmente superior a la de nuestros doctores sénior expertos clínicos (Am. J Cardiol 2005,96:1002-1006).
Estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dices, Eduardo, pero no demonicemos a las técnicas. Creo que nuestros jóvenes sí saben lo que hacen, creo que están más preparados de lo que estuvimos nosotros, aunque no me cambiaría por ellos. No creo que les podamos agredir intelectualmente diciendo que tienen el síndrome del videojuego, estoy convencido de que cuando crezcan, sumando la experiencia clínica que les da los años, serán mucho mejores que nosotros en la valoración del enfermo con patología cardiaca. En su hacer serán menos románticos que los grandes clínicos, pero sin duda serán más efectivos por confiar, amar y apasionarse por las técnicas de imagen. El enfermo lo agradecerá.