Estudio observacional prospectivo que compara la mortalidad a largo plazo por cualquier causa de corredores ligeros, moderados e intensos con la de sedentarios no corredores.
Este estudio incluyó 1.098 corredores sanos (20-86 años) y a 3.950 sanos no corredores del The Copenhagen City Heart Study, con un seguimiento de 12 años. Comparó la mortalidad por cualquier causa a largo plazo de los corredores ligeros, moderados e intensos con la de los sedentarios no corredores. Se agrupó a los corredores en base al ritmo de carrera (ritmo lento, medio y rápido de acuerdo a la percepción subjetiva del paciente), frecuencia semanal (1 o menos días/sem, 2-3 días/sem y 4 o más días/sem) y volumen semanal en horas (<2,5 h; 2,5-4 h; >4 h). Se identificó a los sedentarios mediante un cuestinario específico quedando para el análisis 413 individuos de entre los 3.950 no corredores. Se hicieron tres categorías de corredores (ligeros, moderados e intensos) en base una combinación entre ritmo, frecuencia semanal y horas de carrera. Se recogieron antecedentes de riesgo cardiovascular, ECG y analítica. Se calculó el hazard ratio (HR) de mortalidad para cada uno de estos grupos con respecto a los sedentarios. La supervivencia se evaluó mediante el análisis de regresión de Cox con ajuste para edad, sexo, tabaco, alcohol y educación en el análisis multivariable.
Entre los resultados cabe destacar que 1-2,4 h/sem de carrera se asociaban a la menor mortalidad (HR 0,29; IC 95% 0,11-0,80). La mortalidad de los subgrupos de mayor volumen de carrera no fue significativamente diferente de la de los sedentarios (2,5-4 h: HR 0,65; IC 95% 0,20-2,07 y >4 h: HR 0,60; IC 95% 0,08-4,36). Las frecuencias óptimas fueron la de 1 o menos días semanales (HR 0,29; IC 95% 0,12-0,72) y 2-3 días semanales (HR 0,32; IC 95% 0,15-0,69). La estimación del riesgo para el subgrupo de >3 días semanales no fue significativamente diferente de la de los sedentarios (HR 0,71; IC 95% 0,79-1,75). La mortalidad también fue menor en el grupo de corredores lentos (HR 0,51; IC 95% 0,24-1,10) y de ritmo medio (HR 0,38; IC 95% 0,22-0,66). Los corredores rápidos presentaron una mortalidad similar a la de los sedentarios (HR 0,94; IC 95% 0,40-2,18). En cuanto a las categorías de corredores ligeros, moderados e intensos se vio que los corredores ligeros presentaban las mejores cifras de mortalidad (HR 0,22; IC 95% 0,10-0,47) con respecto a los sedentarios. Los corredores moderados e intensos no presentaron diferencias significativas en la mortalidad con respecto a los sedentarios (HR 0,94; IC 95% 0,32-1,38 y HR 1,97; IC 95% 0,48-8,14 respectivamente). Las diferencias en la mortalidad sí que alcanzaron la significación estadística cuando se comparó a los corredores moderados e intensos con los corredores ligeros (HR 3,06; IC 95% 1,11-8,45 y HR 9,08; IC 95% 1,87-44,1).
De los resultados, los autores concluyen que los corredores como grupo presentan una mejor supervivencia que los sedentarios, y que los corredores ligeros y moderados parecen beneficiarse más en cuanto a mortalidad a largo plazo que los corredores más intensos en los que la mortalidad es similar a la de los sedentarios. Estos hallazgos sugieren una asociación en U entre la mortalidad por cualquier causa y la dosis de carrera en ritmo, frecuencia y volumen.
Comentario
De entre las conclusiones del estudio, la más evidente es que pequeñas cargas de ejercicio físico suponen grandes mejorías en la mortalidad por caulquier causa a largo plazo. Parece también que correr entre 1 y 2,5 horas semanales, entre 2 y 3 días a la semana y a ritmos bajos y medios produce el mejor efecto en la mortalidad. No obstante, llama la atención que la disminución de la mortalidad en algunos de estos grupos es muy superior a la recogida en la mayoría de los estudios previos de referencia. Este hecho sugiere la posibilidad de una sobreestimación del efecto (la exclusión de los no corredores activos, el no evaluar las otras formas de actividad física en los corredores así como el mayor perfil de riesgo del grupo de sedentarios podría explicar, al menos en parte, estas cifras).
También parece significativo el aumento de la mortalidad de los corredores moderados e intensos con respecto a los corredores ligeros. Sin embargo, es difícil sacar conclusiones sobre los grupos más activos e intensos. Los amplios intervalos de confianza de estos hacen posible mejorías en la supervivencia si la muestra tuviese un tamaño suficiente. La errónea interpretación de este hecho por parte de la prensa ha dado lugar a comentarios como "el ejercicio intenso es tan dañino como una vida sedentaria" o "correr más de 4 horas semanales daña nuestro organismo tanto como una vida sedentaria". Estos mensajes inducen a la confusión y a la información equivocada, sobre un tema tan serio como lo es el de la práctica regular de ejercicio físico.
Además de las limitaciones ya mencionadas hay que tener en cuenta que, por el diseño del estudio, no es posible establecer relaciones de causalidad y que son posibles múltiples factores de confusión. También hay que tener en cuenta que el régimen de carrera de los participantes se evaluó solo al inicio del estudio y mediante elementos subjetivos de medida.
En cualquier caso, cada vez son más los estudios que sugieren un aplanamiento o una inversión del efecto del ejercicio físico a intensidades y volúmenes progresivamente mayores sobre la mortalidad, tanto en sanos como en pacientes con patología cardiovascular. También se han correlacionado los grandes volúmenes e intensidades de ejercicio físico con el aumento de fibrilación auricular, bradiarritmias, mayor necesidad de estimulación ventricular, remodelados miocárdicos adversos, aumento del calcio coronario y MS. No obstante también existen datos de aumentos adicionales de supervivencia con mayores volúmenes e intensidades de ejercicio y, sin duda, el indicador pronóstico por excelencia, el VO2 max, guarda una relación directa con la mortalidad y con el volumen e intensidad de ejercicio realizados. Todo esto genera un escenario de incertidumbre en el que parecen necesarios más estudios para determinar si existe una dosis óptima de ejercicio físico por encima de la cual no se conseguirían mejorías adicionales.
Por ahora las recomendaciones de ejercicio según las guías europeas de prevención para adultos sanos es que deberían realizar 2,5-5 h a la semana de actividad física o ejercicio aeróbico por lo menos de intensidad moderada, o 1-2,5 h de ejercicio intenso (I-A), muy similar a las de la 9ª edición de las guías del ACSM sobre pruebas de esfuerzo y prescripción de ejercicio. En los sujetos más activos es importante explorar adecuadamente los motivos e intenciones de estos en lo que respecta al continuo entre actividad física, ejercicio y deporte para un adecuada orientación, sabiendo que no siempre se trata de cuanto vivir sino de como disfrutar en el intento. Para esto es esencial empatizar e informar adecuadamente a nuestros consultores para una decisión informada y autónoma sobre su participación en distintas actividades deportivas.
Referencia
Dose of Jogging and Long-Term Mortality
- Peter Schnohr, James H. O'Keefe, Jacob L. Marott, Peter Lange, Gorm B. Jensen.
- J Am Coll Cardiol. 2015;65(5):411-419.