Recientemente se han publicado los resultados de la encuesta EUROASPIRE IV, una iniciativa de la Sociedad Europea de Cardiología que pretende analizar cómo se hace la prevención secundaria de las enfermedades cardiovasculares en Europa. Los resultados arrojados son tan demoledores como los de las tres precedentes.
Las oleadas I, II y III se hicieron respectivamente entre los años 1995-1996, 1999-2000 y 2006-2007 e incluyeron a pacientes después de un año de haber sido dados de alta tras un síndrome coronario agudo en hospitales universitarios de varios países europeos. Los resultados son bien conocidos y se resumen en tres: 1) recetamos bien; 2) controlamos pobremente; y 3) desdeñamos el estilo de vida.
La encuesta EUROASPIRE IV no hace sino confirmar lo que nos dijeron las anteriores. Es decir, no hemos escarmentado nada. Seguimos enfangados en las mismas carencias. Nos regodeamos en la cantidad de guías que nos dicen lo que tenemos que hacer, lo transcribimos en forma de prescripción para el paciente y... adiós.
Veamos los resultados de la encuesta EUROASPIRE IV. Se incluyeron casi 8.000 pacientes (varones las tres cuartas partes) al cabo de seis meses por lo menos de haber presentado un síndrome coronario agudo o haber sido sometidos a revascularización coronaria, quirúrgica o percutánea. O sea, prevención secundaria genuina. Y además a cargo de hospitales y profesionales de prestigio. Los cuales recetaron francamente bien: tomaba ácido acetilsalicílico u otro antiagregante el 94%, estatinas el 86%, betabloqueantes el 83% y algún inhibidor angiotensínico el 75% de los pacientes encuestados. Pero a esos mismos profesionales parecía no importarles que el 80% de esos mismos pacientes tuviera el colesterol-LDL por encima de 70 mg/dl o el 43% la presión arterial por encima de 140/90 mm Hg (140/80 en el caso de los diabéticos). Y desde luego no parecen haber pestañeado porque el 60 % confesara hacer poco o ningún ejercicio, el 38% tuviera índices de masa corporal de más de 30 kg/m2, es decir, en rango de obesidad (si consideramos la obesidad abdominal, el porcentaje subía al 58%) o 16 % se reconocieran fumadores (y 49% de los que lo eran antes del ingreso seguían siéndolo).
Este desastroso estilo de vida es imperdonable. Y además se viene repitiendo en las sucesivas encuestas (la obesidad de hecho aumentando cada vez) y nadie parece tomar medidas para afrontarlo. Una bastante sencilla y enormemente útil, la rehabilitación cardiaca, solo se le había ofrecido al 51% de la muestra.
Puede argumentarse que eso es Europa pero que España es diferente. En lenguaje cheli, ni por el forro. No hay trabajos similares exclusivos de nuestro país (que está incluido en las encuestas europeas y no se desvía mucho de la media). Pero se ha publicado también recientemente el registro italiano BLITZ-4. Italia se parece bastante a nosotros étnica, social y económicamente. Igual no en cumplimentación del tratamiento farmacológico, que en el citado registro alcanzaba el 90%. Los pacientes incluidos fueron 11.706 (varones el 70%) visitados pasados seis meses de un síndrome coronario agudo. El control de los factores de riesgo, una vez más, no era para dar saltos precisamente: 26% con la presión por encima de 140/90 mm Hg, 24% con el colesterol-LDL por debajo de 100 mg/dl (no hay datos sobre el dintel de 70 mg/dl, pero podemos imaginarlos) y 55% de los diabéticos con la glucohemoglobina por encima del 7%. Y ahora el estilo de vida de siempre: no hacía la dieta adecuada más del 40%, apenas practicaba ejercicio el 59% y fumaba ¡el 27 %! Qué horror. Pero aquí viene lo bueno. ¿Imagináis cuáles eran los factores predictores independientes de que los pacientes llevaran un estilo de vida acorde? Solo dos: que los pacientes hubieran acudido a una visita de seguimiento con su cardiólogo y que se les hubiera enviado a un programa de rehabilitación.
Muchas cuestiones surgen de estos datos. Aquí van algunas. ¿Por qué es tan lenta la incorporación de los pacientes a programas de rehabilitación?, ¿por qué se dotan tan precariamente muchos de los centros existentes, afortunadamente más cada vez? o ¿por qué sigue habiendo restricciones para financiarlos adecuadamente? Y otra para concluir. ¿Por qué sigue habiendo quienes piensan que el paciente dado de alta del hospital -magníficamente revascularizado y asintomático, con su receta bien cargada de los fármacos que aconsejan las guías y con algunas líneas (con suerte) en su informe de alta recordando que no debe fumar, que siga la dieta mediterránea y que camine lo que pueda- ya no necesita que le visite el cardiólogo?