En otras cosas no tanto, pero en el empleo de los fármacos antiarrítmicos hay bastantes diferencias entre ambos lados del Atlántico. Allí tienen fármacos que aquí desconocemos (dofetilida) o usan más que nosotros (sotalol, vernakalant). Y aquí empleamos desde mucho antes que allá la amiodarona.
La hemos usado y usamos mucho, y bien casi siempre, y por eso es vieja conocida. También hemos sufrido sus intolerables efectos adversos extracardiacos. Y cuando hace unos años nos anunciaron que había una alternativa, con sus mismas propiedades electrofisiológicas, pero sin su toxicidad, llegamos a pensar que la solución estaba a la mano.
No ha sido así, lamentablemente. Dronedarona ha sido para muchos un chasco: no sirve para las arritmias ventriculares graves del corazón isquémico o insuficiente; no es tan eficaz como amiodarona en la prevención de la fibrilación auricular (y no digamos para el freno de la frecuencia); y no es ni mucho menos atóxica. Bastantes de los profesionales que la usaron entusiásticamente al principio tuvieron problemas, algunos graves, complicaciones e ineficacias. Y se descorazonaron. A otros no les convenció la "evidencia" disponible y prefirieron esperar a que fuera más contundente. Y siguen esperando.
Los médicos tenemos la ineducada costumbre de hablar de cosas médicas aun en reuniones sociales en cuanto tenemos oportunidad. En estas ocasiones he preguntado a los colegas acerca de su opinión sobre dronedarona. Unos pocos son entusiastas defensores, pero la mayoría al revés. Lo que predomina, es curioso, es el temor. Tenemos miedo a sus efectos adversos. Y muchos pacientes lo refuerzan contando que les sienta mal. Ello ha llevado a bastantes profesionales a prescindir de este fármaco en su práctica habitual.
A pesar de las guías europeas. O a lo mejor a causa de ellas. La exagerada (para muchos, que sospecharon interés espurio de alguno de los componentes del panel de expertos) predilección por este fármaco en las guías de fibrilación auricular y, sobre todo, la rectificación posterior dando marcha atrás en algunas indicaciones no contribuyeron a la popularidad de dronedarona. Lo cual alimentó las reticencias de unos y emborronó las dudas de otros, que acabaron eliminando este fármaco de su vademécum personal.
Hoy es el día en que los escépticos, los atemorizados, los hiperentusiastas y los desorientados están (estamos) sin saber realmente qué hacer. Los expertos deberían aclarar este asunto y poner en claro cuáles son las virtudes, los inconvenientes, las indicaciones, lo que se puede esperar y lo que no se le debe pedir a dronedarona. Pero en un entorno libre (no vale que se organicen decenas de presentaciones en diversos foros, patrocinadas todas ellas por la firma que comercializa el fármaco). Los documentos de la Sociedad Europea de Cardiología son sospechosos (después de la disfunción -otros dirían escándalo- de las guías de fibrilación auricular, solo comparable a otro similar respecto de los betabloqueantes peroperatorios, ¿os acordáis?).
¿Podría la SEC ser ese foro neutral en el que se nos adiestre sobre el uso adecuado de este fármaco, sus indicaciones y su control? Sobran expertos independientes conocedores de este fármaco y de las arritmias en las que está indicado. Y, si al final no se consigue aclarar el asunto, que se diga también o que caiga en el olvido lo que pudo ser y no llegó a serlo.