Se realizó un seguimiento a 10 años de 2.642 adultos de entre 71-80 años de edad, la mayoría de ellos (75%) sin enfermedad cardiovascular manifiesta. En la visita del segundo año se les pasó un cuestionario de frecuencia de consumo (FFQ) de 108 items, que los participantes rellenaron. Se examinó el consumo de sodio en la dieta como variable cuantitativa continua (mg/día) y también como categórica, conformando tres rangos de ingesta: menor de 1.500 mg/día (n=291), entre 1.500-2.300 mg/día (n=779) y mayor de 2.300 mg/día (n=1.572).
Los desenlaces de interés eran: la mortalidad por cualquier causa; la incidencia de enfermedad cardiovascular (ECV), definida como cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular, arteriopatía periférica y muerte de causa cardiovascular; y la incidencia de insuficiencia cardiaca (IC) en el periodo observado.
Al finalizar el seguimiento, no se detectó una asociación significativa entre la ingesta de sodio y la mortalidad, ni de manera lineal [HR 1,03 (95% IC, 0,98-1,09; p=0,001)] ni entre los 3 grupos establecidos tras ajustar el modelo [mortalidad de 33,8%, 30,7% y 35,2%, respectivamente, p= 0,07], aunque sí se detectó una tendencia no significativa en el grupo de mayor ingesta de sodio.
De la misma manera, atendiendo a la incidencia de ECV (29% de los pacientes) y de IC (15%), tampoco se halló una asociación significativa con la cantidad de sodio diario ingerido, ni entre los grupos establecidos. En todos los casos el factor de confusión principal fue el sexo, teniendo las mujeres mayor riesgo.
Comentario
Durante los últimos años , dentro del refuerzo de las medidas no farmacológicas de prevención cardiovascular, la dieta hiposódica ha ganado mayor peso del que ya tenía. No solo en pacientes hipertensos o con insuficiencia cardiaca crónica, sino en prevención primaria, sobre todo en individuos añosos. La inercia observada es recomendar ingestas de sodio cada vez más estrictas en nuestros pacientes, sin que exista suficiente evidencia de que esto sea beneficioso para su salud cardiovascular. Es más, parece que esta restricción se asocia a una ingesta calórica escasa y más interacciones medicamentosas en las personas ancianas, lo que no nos deja demasiado tranquilos.Apoyando esta idea encontramos en los últimos años diversos estudios mencionados en este trabajo, entre ellos una extensa cohorte multinacional y varios metaanálisis, que no encuentran asociación protectora con una restricción estricta de sodio, e incluso presentan una tendencia perjudicial con esta medida frente a una dieta hiposódica estándar.
Este estudio intenta también medir el posible beneficio de esta intervención, delimitando grupos de consumo hechos a propósito según las recomendaciones actuales, para tratar de esclarecer cuál es el mejor límite. A su favor está el hecho de haberse realizado en una cohorte real y con una edad media acorde a la observada en la práctica clínica habitual, y con un seguimiento nada desdeñable. El FFQ realizado era completo, bien validado con ilustraciones y modelos alimentarios, y un buen entrenamiento por parte del entrevistador. Y todos los análisis fueron repetidos indexando la ingesta de sodio por el índice de masa corporal (IMC) y el consumo calórico total, lo que evita imprecisiones.
Entre las limitaciones a destacar de este trabajo está, por supuesto, la utilización de un método como el cuestionario dietético para estimar la ingesta de sodio en la muestra estudiada. Es cierto que es superior a otros métodos subjetivos de valoración dietética, como el recuerdo de 24 horas o el registro dietético... pero el margen que este cuestionario deja al error es muy amplio para pasarlo por alto. Otras medidas más analíticas y objetivas, como la determinación de sodio urinario, reflejan de manera mucho más fiable la ingesta de sal en la dieta. Y no podemos olvidar que estamos ante una cohorte que no se diseñó específicamente para analizar esta asociación, contando con una potencia estadística limitada para detectar diferencias modestas.
Teniendo todo ello en cuenta, y aunque tengamos que interpretar con prudencia trabajos como este, creo que es momento de ser al menos un poco escéptico en cuanto a la limitación estricta de la ingesta de sodio como medida de prevención primaria, y optar por una recomendación más moderada hasta que exista una evidencia más solida. Se debe profundizar más en esta cuestión antes de retirar tan pronto el salero de la mesa de nuestros mayores.
Referencia
Dietary Sodium Content, Mortality, and Risk for Cardiovascular Events in Older Adults: The Health, Aging, and Body Composition (Health ABC) Study- Kalogeropoulos AP, Georgiopoulou VV, Murphy RA, Newman AB, Bauer DC, Harris TB, Yang Z, Applegate WB, Kritchevsky SB.
- JAMA Intern Med. 2015 Jan 19.