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‘Serendipia’ y medicina moderna
Dr. Luis Rodríguez Padial
Cardiología Hoy
La palabra 'serendipia', aunque no aparece registrada en el diccionario de la RAE, ha sido tomada del inglés (serendipity) y se utiliza habitualmente para indicar un hallazgo interesante o valioso realizado por azar.
Registrada o no en el diccionario de la RAE, lo cierto es que el hecho de hallar de forma inesperada un descubrimiento afortunado forma parte de la vida real, y ha sucedido con frecuencia tanto en la vida cotidiana como en la ciencia. Entre los muchos hallazgos realizados por serendipia se encuentran el principio de Arquímedes, la penicilina, el uso clínico del sildenafilo e, incluso, el descubrimiento de América.
La medicina es una ciencia que trata continuamente con la incertidumbre. El objetivo es conocer la 'verdad' a través de la información frecuentemente sesgada que está a nuestra disposición. Por ello, es fundamental estar atentos a las múltiples posibilidades de sesgo que pueden presentarse en nuestros datos. Los estudios aleatorizados controlados constituyen la mejor herramienta de investigación disponible en la actualidad para tratar de conocer la 'verdad', evitando al máximo los sesgos. Para ello, deben aplicarse de forma estricta los criterios de diseño de los mismos, prestando especial interés a los objetivos del estudio. De esta forma, puede evitarse que lo hallado por error termine interpretándose como cierto. Obviamente, esta necesaria meticulosidad nos obliga a no aceptar como 'cierta' información que surja como consecuencia de un diseño deficiente del estudio.
Pero la excesiva escrupulosidad con el diseño es poco compatible con la serendipia, pues hallazgos que surjan sin ser buscados explícitamente, y para lo cual no se haya diseñado el estudio, no deberían ser considerados. Una actitud similar es la que se ha producido recientemente en algunas guías de práctica clínica, como las del ACC/AHA sobre el colesterol de 2013, en las que no se han tenido en cuenta estudios, ni la información derivada de ellos, porque no habían sido diseñados explícitamente para buscar la respuesta hallada. El miedo a incluir información sesgada y no cierta puede llevarnos a desconsiderar información valiosa hallada por azar, lo que implica, como reconoció David Hume una cierta arrogancia: "un hombre que concluye que un argumento no tiene realidad porque se le ha escapado a su investigación, es culpable de imperdonable arrogancia". Pero sesgo y azar no son sinónimos: como indican los ejemplos de hallazgos realizados por serendipia: muchos hallazgos realizados por azar son ciertos y pueden tener implicaciones importantes, pues de la misma forma que el fin no justifica los medios, considero que no deben ser solo los medios (el diseño de los estudios) lo que justifique el fin.
Por ello, creo que la mejor solución no es desestimar los hallazgos realizados mediante estudios no diseñados explícitamente para ello, sino tomarlos con ciertas reservas hasta confirmarlos por otros medios. Para ello, la medicina basada en la evidencia prevé la clasificación de los estudios en niveles de evidencia. Lo lógico, por tanto, sería considerar esta evidencia con un nivel inferior, pero no desecharla. Sería recomendable aplicar los criterios de causalidad en biología, conocidos como criterios de Koch y Bradford Hill, donde la plausibilidad biológica, la coherencia con otros conocimientos y la evidencia experimental deberían aplicarse al dar cierta consideración a los nuevos hallazgos. Así, parafraseando a Louis Pasteur -"en el campo de la investigación el azar no favorece más que a los espíritus preparados"-, seremos investigadores de espíritu preparado y listo para ser favorecidos por el azar.
En conclusión, creo que la aplicación demasiado rígida de los criterios de diseño de los estudios para considerar la plausibilidad de los hallazgos de los mismos, sin tener en cuenta otros factores relevantes y una gradación prudente de la calidad de la información obtenida, puede hacernos perder información valiosa hallada por azar o serendipia. Algo así como si Cristóbal Colón, que no tenía como objetivo primario de su viaje buscar América, hubiera decidido no tener en cuenta el hallazgo del Nuevo Mundo.
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