La denominada "curva en J" de la hipertensión arterial fue descrita hace algunas décadas para establecer la relación existente entre la mortalidad y las cifras de presión arterial. Con este concepto quería indicarse que la mortalidad aumentaba en los valores extremos de la presión arterial.
En los pacientes hipertensos, la reducción de la presión arterial disminuía la mortalidad pero, por debajo de un valor determinado, se observaba un nuevo incremento de la misma. La conclusión es que deberían bajarse las cifras de presión arterial, pero no demasiado, pues debajo de un determinado nivel se produce un nuevo aumento de la mortalidad. Diversos estudios, la mayoría no adecuadamente diseñados para ello, han "confirmado" este hallazgo, aunque el fenómeno no se ha observado en todos.
Datos similares a lo hallado en la presión arterial sistólica y diastólica se han descrito en la glucemia y la frecuencia cardiaca, de forma que la reducción de cualquiera de estos parámetros por debajo de un valor determinado se acompaña de incremento de la mortalidad. La verdad es que este fenómeno no es más que la traducción de la homeostasis del organismo, por lo es perfectamente previsible. Los organismos vivos han desarrollado mecanismos para mantener dentro de un rango diversos parámetros biológicos que son esenciales para la vida, tales como la temperatura, el pH, etc. Es de esperar, por tanto, que fuera de los límites compatibles con la vida se incremente la mortalidad. Así, que podemos decir que biología se escribe con J, al expresar esta letra la relación de muchas variables biológicas con la vida. El problema, por tanto, no es saber que existe una "curva en J", sino determinar dónde se produce el cambio de tendencia en la mortalidad. Además, es probable que la localización de este acmé varía con el tipo de paciente considerado.
El problema surge cuando, sin pruebas contundentes e ignorando información no concordante, se señala un límite que no debe superarse al objeto de evitar daño a los pacientes. El tratamiento de la hipertensión arterial es un buen ejemplo. Las guías de práctica clínica han establecido nuevos objetivos terapéuticos, asumiendo la curva en J y olvidando el beneficio para algunos pacientes de objetivos más estrictos (por ejemplo, diabéticos en el estudio ACCORD que, con las limitaciones de que se trata de un parámetro de eficacia secundario, muestran reducción del ictus en cifras de PA sistólica menores de 120 mm Hg). Algunos autores han criticado esta decisión de relajar los objetivos terapéuticos porque podría dejar sin tratamiento a bastantes pacientes de riesgo elevado, con el consiguiente potencial incremento de la mortalidad. De hecho, el American College of Cardiology, tras una revisión exhaustiva de los estudios, ha publicado recientemente una nueva recomendación para los pacientes con enfermedad coronaria, en la que se indica que algunos de ellos se benefician de un objetivo de presión arterial más bajo que el indicado en las guías.
Y en este contexto de incertidumbre y desorientación, aparece el estudio SPRINT, interrumpido antes de lo previsto al observarse una reducción de la mortalidad total y cardiovascular en hipertensos de alto riesgo tratados con un objetivo de presión sistólica de menos de 120 mm Hg, en comparación con los aleatorizados a un objetivo de presión menor de 140 mm Hg. Este estudio, diseñado para este fin por un organismo oficial, pone en evidencia que hay beneficio para pacientes hipertensos de alto riesgo cuando la presión arterial trata de "normalizarse". A la espera de los detalles del estudio SPRINT, aún no publicado, sus hallazgos deben hacernos reflexionar sobre algunas actitudes que, con la mejor de las intenciones, pueden perjudicar a muchos pacientes. Años de lucha por el control de la presión arterial pueden haberse visto amenazados al relajarse oficialmente los objetivos terapéuticos, como algunos autores han criticado. Pero un estudio iniciado por las autoridades sanitarias años antes de que se invirtiera la tendencia de "cuanto más bajo, mejor" (dentro de un orden), el estudio SPRINT, ha vuelto a poner las cosas "en su sitio" al mostrarnos un nuevo horizonte: un control más estricto de la presión puede ser útil en algunos pacientes de riesgo. Rápido avance en nuestro conocimiento que hace honor al nombre del estudio. Así, si biología se escribe con J, SPRINT se escribe con S, con S de superación (de la incertidumbre y el error)... o de salvación (de los pacientes).