Las enfermedades cardiovasculares, el ictus, los trastornos metabólicos, el control de los factores de riesgo, etc; se ven influenciados por la dieta, su corrección supone un consumo de recursos que podría evitarse. Para conseguir esta cambio, ¿qué debe saber todo cardiólogo?
El autor del artículo comienza exponiendo cómo a pesar de que la causa más frecuente de “mala salud” de sus pacientes es una dieta inadecuada, la formación recibida en nutrición, estilo de vida y en cómo conseguir cambios del comportamiento de sus pacientes es insuficiente, frente a una completa formación en técnicas diagnósticas, basadas en tecnología e intervenciones. Se siente sin las herramientas para luchar contra la raíz del problema y considera que esta misma frustración acompaña a muchos otros profesionales.
Existen evidencias sobre lo que es una dieta saludable, también sobre las estrategias que logran cambiar el comportamiento y sobre cómo mejorar la salud cardiometabólica. La disparidad entre lo que se conoce y lo que se hace en aspectos de nutrición es enorme y probablemente superior a lo que ocurre en cualquier otra vertiente de la salud. Esta brecha debemos tomarla como una oportunidad de mejora.
Las enfermedades cardiovasculares, el ictus, los trastornos metabólicos, el control de los factores de riesgo, etc; se ven influenciados por la dieta, su corrección supone un consumo de recursos que podría evitarse. La American Heart Association prioriza los cambios en el estilo de vida y el comportamiento entre sus objetivos estratégicos para el 2020.
Para conseguir esta transformación, ¿qué debe saber todo cardiólogo?
En primer lugar que la histórica recomendación de que se deben reducir las grasas totales, las grasas saturadas y el colesterol de la dieta es desfasada e incompleta. La evidencia ha demostrado que se debe focalizar el consejo en que se base la dieta en promocionar el consumo de alimentos saludables, resaltando la presencia de alimentos beneficiosos como la fruta, los frutos secos, las verduras, las harinas no procesadas e integrales, las legumbres, las grasas vegetales, el pescado, el yogur. Se debe reducir la toma de refrescos azucarados, de carnes, de alimentos ricos en harinas procesadas y de azucares. La carne roja se debe consumir de forma moderada para prevenir el aumento de peso y la diabetes, la mantequilla y las grasas saturadas deben evitarse. Dos aditivos industriales, la sal y las grasas hidrogenadas, tampoco son recomendables. Conseguir reducir la toma de carbohidratos, reduciendo las harinas refinadas y el aumento de la grasa beneficiosa, procedente de frutos secos, pescado y aceite vegetal.
Segundo, debemos distinguir entre la dieta de calidad y la de cantidad. Una mala dieta y obesidad no son sinónimos. La dieta saludable actúa sobre el riesgo cardiovascular y la obesidad representa una pequeña parte de esta acción. Por lo tanto, independientemente del peso corporal, un patrón de dieta saludable reduce el riesgo cardiovascular. En consecuencia, la calidad de la dieta, por encima del peso y la adiposidad, deben formar parte del consejo dietético.
Obsesionar a nuestros pacientes en contar calorías puede potenciar dietas no saludables. Hay alimentos con mayor contenido calórico pero que mantienen a largo plazo mejor el peso influyendo en la síntesis hepática de grasa, la respuesta insulínica, sobre la saciedad y la función adipocítica, etc. Los carbohidratos pobres en fibra parecen ser particularmente nocivos frente a la fruta, las verduras y las harinas integrales. Las dietas hipocalóricas son efectivas a corto plazo, pero una vez alcanzado el peso, el paciente debe reanudar una dieta saludable.
En tercer lugar, los cambios en el comportamiento tienen éxito si incorporan objetivos compartidos, alcanzables, con feedback periódico y monitorizados por el propio paciente. La participación de equipos multidisciplinares, entrenados y la utilización de sistemas electrónicos de monitorización (internet, tecnología móvil, apoyo telefónico, etc.) son efectivos.
En cuarto lugar, las sociedades científicas deben ser líderes de la comunidad y apoyar políticas públicas pero basándose en evidencias y promoviendo reducir la disparidad en el conocimiento y el acceso al conocimiento.
Finalmente, debemos conocer cuáles son los principales errores de concepto sobre nutrición de la población, respondiendo en los medios de difusión. También tenemos que formarnos regularmente en nutrición.
En resumen, las evidencias actuales apoyan una dieta cardiometabólica saludable frente a una dieta sin grasas o basada en el contaje de calorías. Hay aspectos desconocidos como la proporción de ácidos grasos, de los componentes fenólicos y la manera de procesar los alimentos, los efectos del sueño, los mecanismos que regulan el peso, los productos bioactivos, los efectos de las diferentes formas de cocinarlos, etc. Cambiar el comportamiento de nuestros pacientes es posible, existen técnicas para realizarlo y debe hacerse con el apoyo de los diferentes profesionales.
Comentario
Tenemos evidencia de los beneficios de la dieta mediterránea por estudios como el Predimed, realizado en nuestro entorno y con alimentos típicos de nuestra cocina, sin embargo, el consejo nutricional no se ha incorporado a nuestras consultas, en ocasiones limitado a la entrega de papeles en los que se aconsejan dietas irrealizables.
Cuando uno revisa este tipo de artículos se da cuenta todo lo que está todavía por descubrir y los falsos mitos en el ámbito de la nutrición.
Aspectos como la promoción de la dieta saludable frente al control del peso, el no centrarnos en la retirada indiscriminada de la grasa, el apoyar una dieta cardiosaludable frente a la reducción de las cantidades, establecer objetivos alcanzables y a corto plazo, son propuestas mucho más asumibles y realizables por el paciente que las pérdidas de peso que les planteamos como objetivo único. Los consejos sobre nutrición no se deben limitar a la unidades de rehabilitación cardiaca, ya que no tendrán el resultado frente a una acción conjunta de todos los profesionales de la salud.
Que la ACC sitúe el promocionar cambios en el estilo de vida y la dieta como uno de sus objetivos estratégicos junto a artículos como este, nos conciencian a los cardiólogos sobre nuestro papel en la prevención de la enfermedad cardiovascular mejorando la dieta de nuestros pacientes.
Referencia
Diet and Heart Disease—What Every Cardiologist Should Know
- Dariush Mozaffarian.
- American College of Cardiology. May 05, 2016