Por su interés y excepcionalidad, reproducimos íntegra la intervención de Su Santidad el Papa Francisco ante los asistentes al Congreso Europeo de Cardiología 2016, celebrado en Roma del 27 al 31 de agosto.
Mensaje de Su Santidad el Papa Francisco
Congreso Europeo de Cardiología
Roma, 31 de agosto de 2016
Señoras y señores,
¡Buenos días! Con mucho gusto acepté la invitación del Comité Ejecutivo de la Sociedad Europea de Cardiología a reunirme con ustedes con ocasión de este congreso, que ha reunido aquí a gran cantidad de cardiólogos de todo el mundo. Agradezco especialmente al Prof. Fausto Pinto sus amables palabras, gratitud que hago extensiva a todos ustedes por el trabajo científico que han desarrollado en estos días de estudio y debate, pero sobre todo por su dedicación constante a tantas personas enfermas.
Ustedes cuidan el corazón. ¡Cuánto simbolismo encierra esta palabra! ¡Y cuántas esperanzas abraza este órgano del cuerpo humano! ¡En sus manos tienen ustedes el centro palpitante del ser vivo, por lo que su responsabilidad es enorme! Estoy seguro de que delante de este libro de la vida con tantas páginas por descubrir experimentan ustedes diversas sensaciones que van de la fascinación a la desazón.
El Magisterio de la Iglesia ha ratificado siempre la importancia de la investigación científica para la vida y la salud del hombre. La Iglesia no solamente les acompaña a lo largo de este exigente camino, sino que también apoya su causa y desea respaldarles. La Iglesia entiende que cualesquiera esfuerzos dirigidos al bienestar auténtico de las personas son siempre acciones inspiradas por Dios. La Naturaleza, con toda su diversidad, y la mente humana, han sido creadas por Dios; su riqueza debe ser estudiada por hombres y mujeres cualificados, en la seguridad de que los progresos de las ciencias filosóficas y empíricas, al igual que los cuidados profesionales a favor de los más débiles y enfermos, son un servicio que forma parte de los planes divinos. La actitud receptiva a la gracia de Dios, que viene a través de la fe, no debilita a la razón humana, sino que por el contrario la conduce al conocimiento de una verdad de más amplio alcance y mayor efecto benéfico para la humanidad.
Pero también sabemos que los científicos, en el curso de sus investigaciones, nunca son neutrales, en la medida en que cada uno tiene su historia particular, su modo de vida personal y sus propias ideas. Podríamos decir que, en cierto sentido, todo científico necesita purificarse; mediante este proceso se eliminan las toxinas que envenenan la mente en ese proceso de búsqueda de la verdad y de la exactitud, lo que permite la comprensión más perspicaz del significado de las cosas. No podemos negar que nuestros conocimientos, aun los más sólidos y científicos, deben avanzar a base de formularnos preguntas y hallar respuestas acerca del origen, el significado y la finalidad de la realidad; en la cual se incluye el ser humano. Sin embargo, las ciencias por sí solas, tanto las naturales como las biológicas, no bastan para alcanzar a comprender el misterio que encierran todas y cada una de las personas. Solamente cuando contemplamos al ser humano en su totalidad -permítanme que insista sobre este punto- somos capaces de comprender de verdad a los más pobres, a los más necesitados y a los marginados. De esta manera podrán beneficiarse de sus cuidados y del apoyo y la asistencia proporcionados por los servicios sanitarios públicos y privados.
Ustedes, a través de su inestimable trabajo, contribuyen a la curación de los males físicos y a la vez son capaces de vislumbrar que hay leyes grabadas en lo profundo de la naturaleza humana que nadie puede soslayar, sino más bien que deben "descubrirse, respetarse y potenciarse" de modo que la vida se aproxime aún más a los designios del Creador (cf. Gaudium et Spes, 36). Por esta razón es importante que los hombres y mujeres que se dedican a la ciencia, interrogándose a sí mismos a la luz del gran misterio de la existencia humana, eviten la tentación de eliminar la verdad (cf. Rom 1:18).
Con estos sentimientos, reitero mi reconocimiento por el trabajo que desempeñan todos ustedes. Pido al Señor que bendiga sus investigaciones y sus trabajos asistenciales, para que todos a quienes van dirigidos puedan notar el alivio de sus sufrimientos, la mejora de su calidad de vida y la plenitud de la esperanza.
Traducción: Dr. Eduardo Alegría Ezquerra