Cuando no se aplica un tratamiento precoz en un paciente con un infarto agudo de miocardio, se produce una necrosis o muerte del tejido miocárdico que, en el proceso de cicatrización, genera una cicatriz residual y una pérdida de la función contráctil del corazón (disfunción ventricular). Esta cicatriz altera los circuitos eléctricos del corazón y puede generar arritmias ventriculares malignas que conlleven a la muerte súbita del paciente.
“La incidencia de disfunción ventricular izquierda después de un infarto es variable pero puede presentarse en más del 50% de los pacientes con infarto”, recuerda la Dra. Marta Sitges, co-moderadora del simposio ‘Detección de pacientes en riesgo de muerte súbita tras un infarto agudo de miocardio’, celebrado en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares SEC 2019.
Diferentes estudios han demostrado una asociación entre la disfunción ventricular izquierda post-infarto y el riesgo de muerte súbita. “La definición de disfunción ventricular izquierda y la identificación de sujetos en riesgo de padecer muerte súbita tras un infarto se ha definido clásicamente por la existencia de una fracción de eyección del ventrículo izquierdo por debajo del 30-35%”, indica la Dra. Sitges, quien añade que “también la presencia de extrasístoles ventriculares frecuentes en sujetos después de un infarto se ha asociado a riesgo de muerte súbita”. Las técnicas de imagen cardiaca juegan un papel esencial en determinar esta disfunción ventricular con la medición de la fracción de eyección ventricular.
Recientemente, otros estudios han propuesto parámetros más precisos como son la dispersión mecánica, indicador de la heterogeneidad temporal en la contracción ventricular evaluada por técnicas ecocardiográficas de strain ventricular.
Más recientemente, la caracterización tisular del tejido cicatricial ha demostrado ser un marcador más preciso de potencial arritmógeno y de muerte súbita. “Esta caracterización tisular se puede realizar de forma no invasiva con técnicas de resonancia magnética cardiaca con contraste y secuencias de realce tardío”, asegura la experta. La masa de cicatriz, y en especial su composición, se relaciona directamente con este riesgo. La cardióloga indica que “el parámetro que ha mostrado mayor precisión es la cantidad de zona gris o border zone, que corresponden a áreas de tejido necrótico y de tejido viable entrelazadas en las que se generan circuitos de reentrada que perpetúan la arritmia ventricular”.
Estratificación del riesgo de muerte súbita
Para el Dr. Javier Jiménez Candil, también moderador de la sesión, “la estratificación del riesgo de muerte súbita tras un infarto requiere implementar una estrategia multidisciplinar que involucre a cardiólogos de diferentes áreas, entre otros de clínica, imagen y electrofisiología”.
En opinión del cardiólogo, “la electrofisiología juega un papel central en este proceso, porque necesitamos variables más específicas de las que actualmente disponemos: fracción de eyección del ventrículo izquierdo y clase funcional”. En este sentido, resultan prometedores algunos resultados publicados respecto a la información que aportan técnicas no invasivas o la estimulación ventricular programada, “aunque todavía no acumulan la suficiente evidencia científica como para ser utilizadas de forma general en la práctica clínica”.
El Dr. Jiménez Candil resalta el valor incuestionable que ofrece la caracterización tisular del miocardio, fundamentalmente por resonancia magnética. “Todavía estamos empezando a entender cómo evoluciona la cicatriz, cómo se establece en el tiempo, y cómo podemos diferenciar aquellas con más probabilidad de originar taquicardias ventriculares. Es parte de un futuro que, espero, sea muy prometedor y nos permita ser más selectivos y eficientes a la hora de abordar este problema”, reflexiona.
El cardiólogo concluye que “el objetivo es ser capaces de generar el suficiente conocimiento que nos permita individualizar las decisiones clínicas. Y es responsabilidad de la comunidad médica involucrarse en la generación de ese conocimiento”.