Durante décadas se han probado nuevos y prometedores recursos para tratar de reducir el tamaño del infarto y disminuir tanto el daño miocárdico como sus efectos sobre el corazón. Los resultados no han sido los esperados, pero se continúa manteniendo la esperanza.
Bajo el sugerente título “Rescatando la cardioprotección: aún es posible limitar el tamaño de infarto”, ha tenido lugar hoy en el e-Congreso SEC 2020 de la Salud Cardiovascular una sesión que ha permitido actualizar y esclarecer las posibilidades actuales de cardioprotección ante un infarto de miocardio. Esta innovadora reunión ha puesto de relieve como la cardioprotección es un área que necesita un análisis en profundidad y con una visión integradora, sobre todo tras confirmarse que los esfuerzos realizados hasta ahora en investigación no han tenido una traslación a la clínica.
Como reconoce la Dra. Lina Badimón Maestro, que dirige el Programa-ICCC Cardiovascular del IR-Hospital de Sant Pau de Barcelona, “las estrategias que se han probado en ensayos clínicos, desde procedimientos mecánicos de condicionamiento a tratamientos farmacológicos, no han dado los beneficios esperados y esta falta de éxito ha oscurecido su importancia”. Sin embargo, y a pesar de los decepcionantes resultados, “la cardioprotección es necesaria para reducir el tamaño del infarto y disminuir tanto el daño miocárdico como sus efectos sobre ese corazón y la vida futura de los pacientes”.
Estatinas
Pero, aunque no existen estrategias consolidadas y validadas por ensayos clínicos que hayan sido reproducidos, sí que se cuenta actualmente con abordajes que están en diversas fases de desarrollo clínico. El metoprolol está siendo investigado en ensayos clínicos multicéntricos, por parte de los doctores Borja Ibáñez y Valentín Fuster y su equipo en el CNIC. Además, a nivel de investigación traslacional, el grupo de trabajo que dirige la Dra. Badimón cuenta con resultados prometedores con un fármaco ya utilizado ampliamente en cardiología, pero con una nueva modalidad de uso, tanto desde un punto de vista galénico como de régimen de administración y de diana terapéutica.
“En nuestro caso, y basados en nuestras publicaciones previas, hipotetizamos que las estatinas, modificadas adecuadamente, debido a sus efectos en células del sistema cardiovascular e inflamatorio podrían ejercer efectos beneficiosos contra la isquemia miocárdica; estos efectos, que son distintos y adicionales a la reducción de los niveles plasmáticos de colesterol, se deben a los efectos de las estatinas en la vía de los isoprenoides”, señala Badimón, quien informa que en este momento están buscando socios para desarrollar el nuevo fármaco y llevar a cabo los estudios clínicos necesarios.
…Y lo que está por venir
Pero, además, a nivel de investigación básica, existen diferentes fármacos candidatos, desarrollados por diferentes grupos de la comunidad científica, que se basan en bloquear vías de señalización a nivel de las células cardiacas. Según avanza Lina Badimón, “una nueva opción que nuestro grupo está investigando, y que es prometedora, es aumentar los niveles endógenos de proteínas intracelulares con actividad antioxidante/chaperona que reducen el estrés celular”. En concreto, en un modelo preclínico han descubierto una diana de este tipo en un estudio de proteómica cardiaca realizado durante el post-condicionamiento: “se denomina DJ-1F y la hemos producido recombinante para nuestros próximos estudios en modelo preclínico”, aclara esta experta, que forma parte del Board de la Sociedad Europea de Cardiología.
Se trata, en definitiva, de prometedores abordajes innovadores que están en fases tempranas de desarrollo. “El daño isquémico dispara o bloquea diversas vías asociadas a la vida de las células cardiacas que estamos descifrando a nivel molecular; por ello, los abordajes futuros deberán incorporar este conocimiento y buscar medios/terapias suficientemente amplias como para bloquear esos procesos celulares alterados”, afirma la Dra. Badimón.
La clave del éxito en este ámbito pasa, necesariamente, por la optimización de modelos de estudio, para que sean más similares a las condiciones de los pacientes que se pretenden tratar. “Los fallos en la traslación de resultados previos se cree han sido debidos a que se han realizado extrapolaciones de estudios desarrollados en modelos animales demasiado simples o en corazones in vitro, con falta de estudios en modelos experimentales preclínicos avanzados; además, en muchos casos, en dichos modelos no existen las comorbilidades habitualmente presentes en los pacientes”, reconoce la investigadora del ICCC Cardiovascular del IR-Hospital de Sant Pau, quien asume que “hemos aprendido de estos fallos y, si los superamos, estaremos más cerca de llevar a mejor puerto la investigación sobre cardioprotección”.
Y es que, a su juicio, “no hay que fijarse límites. Hemos de seguir investigando e innovando en los diferentes campos de la cardiología para reducir el enorme impacto de las enfermedades cardiovasculares, que el año 2017 produjeron 17 millones de muertes en el mundo y una gran mayoría de ellas debidas a enfermedades isquémicas del corazón”.