El papel causal del c-LDL en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular se ha demostrado a través de estudios genéticos, observacionales y ensayos clínicos. Para conseguir reducir los niveles de c-LDL en sangre se recomienda, además del tratamiento farmacológico, una intervención integral que incluye la promoción de hábitos de vida saludables.
El personal de enfermería tiene un papel fundamental en ese abordaje, como han explicado M.ª Asunción Mendiola Martínez y Concepción Cruzado Álvarez en el simposio ‘Enfermedad aterosclerótica y la importancia de la enfermería para su manejo’, celebrado en el marco del Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular y el 42 congreso Nacional de la AEEC.
“Las enfermeras tienen un papel fundamental como formadoras de los pacientes. La adherencia de estos a los cambios en el estilo de vida y al tratamiento farmacológico viene determinada por la comprensión, destreza y motivación que tengan. Por tanto, la formación se debe considerar como parte del tratamiento”, asegura Concepción Cruzado, enfermera del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, quien añade que también tienen competencias y la capacidad de actuar para que la persona y la familia puedan adoptar estilos de vida saludables, facilitándoles información y ayudándoles a adquirir habilidades para superar las barreras que le permitan conseguir una salud óptima.
Tarea crucial y compleja
Sin embargo, no es una tarea fácil. “Según la guía de práctica clínica de 2016, solo el 32% de los pacientes llegan a cumplir los objetivos de c-LDL, aunque el 60% de ellos estaba en tratamiento con hipolipemiante de alta intensidad”, recuerda M.ª Asunción Mendiola, enfermera de la Fundación Hospital de Alcorcón, quien añade que solo el 18% de los pacientes consiguen niveles de c-LDL por debajo de 55mg/dl.
Y es que algunos estudios sugieren que “hasta el 50% de los pacientes que han recibido información adecuada sobre su riesgo cardiovascular optan de forma consciente por renunciar a la intervención propuesta. Esto no aplica solo a las medidas del estilo de vida, sino también a las intervenciones farmacológicas”, aclara Concepción Cruzado.
A pesar de eso, diversas investigaciones han demostrado la eficacia de los programas de prevención cardiovascular coordinados por enfermeras en diferentes niveles asistenciales. Uno de ellos es el estudio EUROACTION, que confirmó como un programa de 16 semanas centrado en el paciente y su familia producía cambios saludables en el estilo de vida en cuanto a actividad y dieta, así como un control eficaz de los factores de riesgo en todos ellos. Por otro lado, el estudio RESPONSE aleatorizó a pacientes con síndrome coronario agudo a recibir atención convencional o un programa de prevención con visitas ambulatorias coordinado por enfermeras durante seis meses; al cabo de un año, los pacientes del grupo del programa de prevención tenían mejor control de los factores de riesgo, menores tasas de rehospitalización, menos visitas a urgencias y una predicción del riesgo relativo de mortalidad menor que el grupo control.
Ambas enfermeras coinciden en que para mejorar la incidencia y la mortalidad de la enfermedad cardiovascular es necesario un abordaje multidisciplinar y una mayor coordinación entre niveles asistenciales.
“Si queremos mejorar el pronóstico de los pacientes, en cada contacto que tenga con el sistema sanitario debe recibir asesoramiento para mejorar su riesgo vascular, ya sea en atención primaria, en hospitalización o en consultas externas. Debemos preguntarles qué hacen para controlar su presión arterial, su sobrepeso o su diabetes, y asesorarles sobre cómo mejorar su dieta, la importancia de realizar actividad física de forma regular y desaconsejar el consumo de alcohol y tabaco. Esto se debe hacer tanto en población aparentemente sana como en pacientes diagnosticados y tratados”, subraya Concepción Cruzado.
Por su parte, M.ª Asunción Mendiola destaca la necesidad de “realizar una continuidad asistencial en la que el paciente sea nuestro objetivo. Hay que hacer trabajo en equipo entre atención hospitalaria (rehabilitación cardiaca) y atención primaria para no perder ningún paciente por el camino. No hay que perder de vista a quienes mejoran de su evento coronario, para que no se relajen y abandonen conductas cardiosaludables”.