El tabaquismo es un factor independiente de riesgo de la mayoría de las enfermedades cardiovasculares, multiplicando por dos o tres el riesgo de infarto de miocardio, ictus, y arteriopatía periférica. El impacto del tabaquismo es especialmente relevante en la enfermedad coronaria prematura, siendo el factor de riesgo más común en esta población. Sin embargo, diferentes estudios han observado que los fumadores activos que ingresan por un síndrome coronario agudo (SCA) presentan mejor pronóstico que los no fumadores en términos de mortalidad y complicaciones hospitalarias. Es la denominada “paradoja del tabaquismo”.
“Este hecho se ha atribuido principalmente a que los fumadores activos tienen una edad significativamente menor, menor carga de otros factores de riesgo, se les realiza reperfusión y revascularización coronaria más frecuentemente y reciben más tratamientos durante el ingreso. Sin embargo, el seguimiento a largo plazo demuestra que el riesgo de recurrencia de complicaciones o muerte es más elevado entre los pacientes fumadores, siendo especialmente alto entre los que mantienen su hábito tabáquico”, ha explicado la Dra. Regina Dalmau, quien ha hablado sobre la “reducción del daño asociado al tabaco” durante el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares SEC 2018.
En este sentido, la experta ha expuesto el profundo debate que el uso del cigarrillo electrónico ha generado entre la comunidad científica. “Sus defensores consideran que los fumadores que consigan cambiar el cigarro convencional por el cigarrillo electrónico están reduciendo el riesgo de enfermedades relacionadas con el tabaquismo”, explica la doctora, quien deja claro que “el cigarrillo electrónico no es vapor de agua, ni debe considerarse inocuo”.
Y es que los cigarrillos electrónicos contienen en muchos casos nicotina -principal responsable de la adicción al tabaco y un potencial tóxico cardiovascular-, además de otras sustancias que pueden ser cancerígenas como el formaldehído y el acetaldehído, y metales pesados. “Pero aun aceptando que el cigarrillo electrónico fuese menos tóxico que el tabaco, no disponemos de experiencia a largo plazo sobre los riesgos asociados a su consumo, ni tampoco hay evidencia sólida e independiente sobre su eficacia para dejar de fumar”, defiende la Dra. Dalmau.
Fenómeno JUUL
La experta ha hablado en su ponencia del fenómeno JUUL, un tipo de cigarrillo electrónico que se ha puesto de moda en Estados Unidos y que ha inundado las aulas de los institutos por tener un diseño atractivo y contener aromas característicos. En concreto, “se trata de un dispositivo con forma de llave USB, que se carga rápidamente al conectarlo al ordenador u otra fuente USB, y que permite vaporizar, de forma prácticamente imperceptible para los que rodean al usuario, un líquido aromatizado con distintos sabores y que contiene una alta concentración de nicotina”.
La FDA, alertada por el rápido crecimiento del consumo de estos productos entre los adolescentes, ha emplazado a reforzar los sistemas de protección de venta a menores, amenazando con prohibir las ventas si en un plazo de 60 días no se demuestran mecanismos de control eficaces por parte de los promotores. Coincidiendo con esta medida, la FDA ha lanzado también una ambiciosa campaña de prevención. “Sorprende esta postura, que resulta ahora tan drástica y alarmista, cuando hace apenas un año la FDA abría la puerta a aceptar el cigarrillo electrónico como estrategia de reducción de los daños producidos por el tabaco”, reflexiona la experta.
El cigarrillo electrónico en España
En su ponencia, la Dra. Dalmau también ha aportado datos sobre el uso del cigarrillo electrónico en nuestro país. Así, según el estudio ESTUDES 2016/17, un 20,1% de los estudiantes han usado cigarrillos electrónicos alguna vez, lo que supone tres puntos más que en 2014. De ellos, un 78,8% han consumido alguna vez tabaco. “En cuanto a la percepción del riesgo del uso de los cigarrillos electrónicos entre el alumnado, la encuesta refleja que es muy baja. De manera que estamos ante un consumo creciente y con escasa percepción de riesgo”.
Respecto a este tema, la postura del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), donde están representadas la Sociedad Española de Cardiología (SEC), la Fundación Española del Corazón (FEC) y la Asociación Española de Enfermería en Cardiología (AEEC), ha sido siempre muy firme desde la aparición en el mercado de estos productos.
“Siempre hemos defendido que para reducir la morbimortalidad relacionada con el consumo de tabaco, la prioridad es el cese total”, señala la experta quien recuerda que “la mayoría de las personas fumadoras que logran el cese lo hacen sin ayuda profesional ni farmacológica, y para aquellas que no lo consiguen o recaen, el sistema sanitario debe ofrecer una red consolidada y efectiva de atención al fumador, algo que también venimos reclamando desde hace tiempo”.
Entre otras medidas, se defiende una regulación efectiva de estos productos, de forma equiparable a la del tabaco manufacturado, incluyendo prohibiciones explícitas sobre su uso en lugares públicos, sobre su publicidad y promoción, y una fiscalidad equiparable a los productos de tabaco.
“En cuanto a los productos de tabaco sin combustión, como el ya popular Iqos, nuestra postura es más firme si cabe: no hay un tabaco sano. No podemos confundir a la opinión pública ni hacer creer que existe una forma saludable de fumar. Consideramos estos productos como una estrategia de la industria de tabaco para mantener las cuotas de personas adictas a la nicotina en mercados con políticas de control avanzadas y, especialmente, en países ricos. No vamos a aceptar que la industria del tabaco, que tanto daño ha causado a la humanidad, pretenda liderar ahora la batalla contra la epidemia del tabaquismo”, denuncia la Dra. Dalmau.