El objetivo de este estudio es establecer si mantener continuas las compresiones torácicas en pacientes con ventilación con presión positiva difiere de aquellos a los que se interrumpen las compresiones con una secuencia de 30 compresiones por cada dos ventilaciones (30:2) por parte de los servicios de emergencias.
Este ensayo incluye 114 servicios de emergencias médicas. Adultos con PCE no asociada a traumatismo, quienes fueron atendidos por servicios de emergencias recibieron compresiones torácicas continuas (grupo intervención) o compresiones junto a paradas para realizar ventilaciones (grupo control). El objetivo primario fue el índice de supervivencia al alta del hospital. El secundario incluía la escala modificada de Rankin (de 0 a 6, con un valor menor o igual a 3 indicando evolución neurológica favorable) y los días hasta el fallecimiento durante la hospitalización.
Fueron incluidos 23.711 pacientes, 12.653 fueron asignados al grupo intervención y 11.058 al grupo control. Se registraron los datos del 90% del total de los pacientes, pero se analizó el cumplimiento del protocolo por un algoritmo, considerando candidatos a ser incluidos en el análisis los que se habían ajustado a un protocolo de atención, lo que condicionó la exclusión de pacientes de ambos grupos. Del grupo intervención fueron dados de alta 1.129 (9%) y del grupo control 1.072 (9,7%), diferencia de -0,7 (con p=0,07). El 7% de los pacientes del grupo intervención y el 7,7% de aquellos del grupo control sobrevivieron con una situación neurológica favorable al alta (-0,7, p=0,09). Los pacientes del grupo intervención tuvieron una supervivencia en el hospital más corta que los del grupo control (-0,2 días, p=0,004).
A partir de estos resultados se puede concluir que en pacientes con PCE las compresiones torácicas continuas durante la RCP realizadas por los componentes de los servicios de emergencias no consiguen mayores tasas de supervivencia ni mejor evolución neurológica que la interrupción de las compresiones torácicas.
Comentario
Los autores resaltan algunas deficiencias del estudio, como que no estuviera estandarizada la atención recibida al llegar al hospital (diferencias en protocolos de hipotermia entre centros, coronariografía, etc.), que los grupos no eran totalmente comparables ya que al analizar los datos observaron que los pacientes del grupo intervención tenían mayor tiempo de masaje que el grupo con el que se comparaban, que no se evaluó la oxigenación para detectar si se ventilaba de forma adecuada o se producía hiperventilación en los pacientes, y muchos otros, dadas las dificultades que entrañaba homogeneizar los grupos y las intervenciones en todos los centros participantes.
A pesar de los posibles déficits del diseño, este estudio demuestra que son mínimas las diferencias que se obtienen con diferentes intervenciones por parte de los servicios de emergencias. Es desolador comprobar que ni un 10% de los pacientes en los que los servicios de emergencias iniciaron la RCP sobrevivieron.
Una vez más, este estudio nos recuerda que para mejorar la supervivencia de la PCE hay que actuar antes de que ocurra y antes de la llegada de los servicios de emergencias. La prevención de la muerte súbita, el traslado precoz a un centro hospitalario de los pacientes con síndrome coronario agudo, el reconocimiento e inicio de las maniobras de resucitación por parte de los testigos, el acceso a desfibriladores en zonas deportivas o públicas son la clave para obtener mejores resultados en la PCE.
Referencia
Trial of Continuous or Interrupted Chest Compressions during CPR
- Graham Nichol, Brian Leroux, Henry Wang, Clifton W. Callaway, George Sopko, Myron Weisfeldt, Ian Stiell Laurie J. Morrison, Tom P. Aufderheide, Sheldon Cheskes, Jim Christenson, Peter Kudenchuk, Christian Vaillancourt, Thomas D. Rea, Ahamed H. Idris, Riccardo Colella, Marshal Isaacs, Ron Straight, Shannon Stephens, Joe Richardson, Joe Condle, Robert H. Schmicker, Debra Egan, Susanne May, and Joseph P. Ornato, for the ROC Investigators
- DOI: 10.1056/NEJMoa1509139.