Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son, junto con las segundas neoplasias, la primera causa de muerte en los supervivientes al cáncer. Se sabe que los tratamientos onco-hematológicos triplican el riesgo de eventos cardiovasculares a medio y largo plazo, pero la evidencia científica en su manejo es escasa. Esto significa que el tratamiento de la cardiotoxicidad (conjunto de ECV derivadas de los tratamientos onco-hematológicos) plantea un enorme reto a los equipos de cardio-onco-hematología implicados en la atención de pacientes con cáncer, cuyo objetivo es facilitar el tratamiento y minimizar la toxicidad cardiovascular en estos pacientes.
El simposio ‘Cáncer y riesgo cardiovascular’, celebrado durante el Congreso SEC 2017, ha girado en torno a este complejo campo de reciente consenso a través de tres ponencias centradas en la relación entre lípidos, estatinas y cáncer; las estrategias de seguimiento en largos supervivientes al cáncer; y el entrenamiento cardiovascular en pacientes oncológicos.
“Cáncer y corazón comparten múltiples factores de riesgo. Actualmente no se dispone de escalas prospectivas que valoren de forma conjunta el riesgo cardiovascular (RCV) y de cardiotoxicidad, y las escalas tradicionales subestiman el riesgo asociado al tratamiento del cáncer”, explica el Dr. Vicente Arrarte Esteban, moderador del simposio. Sin embargo, a pesar de esta limitación, se recomienda estratificar el RCV con las tablas SCORE antes de iniciar el tratamiento antitumoral y evaluar la presencia de los factores, detectados en estudios retrospectivos y registros, que aumentan el riesgo de eventos cardiovasculares durante el tratamiento antitumoral.
Uno de los factores de riesgo compartidos son los lípidos. El uso de fármacos cardiotóxicos puede empeorar el control de estas moléculas orgánicas, precisando un ajuste de tratamiento con estatinas. “La comorbilidad y la toxicidad medicamentosa también hace más complejo el control de este factor de riesgo y, por ello, se precisa un afrontamiento multidisciplinar ante las esperadas dificultades que puedan aparecer”, indica el Dr. Arrarte.
¿Por qué realizar un seguimiento en largos supervivientes al cáncer?
El 11% de los pacientes de 40 años que supera una neoplasia en la infancia sufre una cardiopatía grave, generalmente insuficiencia cardiaca (IC), o precisa tratamiento cardiovascular. El cribado sistemático reduce la incidencia acumulada de IC un 18%. En este sentido, la coordinación de los equipos hospitalarios con atención primaria es imprescindible para asegurar las necesidades de salud de aquellos con larga supervivencia.
El simposio ha puesto de manifiesto que hay acuerdo general en la necesidad de vigilancia, pero no en la forma de realizarla. “Es imprescindible un acuerdo clínico que descarte síntomas y signos de cardiopatía y aporte un consejo estructurado que fomente conductas cardiosaludables y la práctica regular de ejercicio físico”, apunta el experto.
Por otro lado, debe prestarse especial atención al riesgo aumentado de desarrollar factores de riesgo cardiovascular (FRCV) y síndrome metabólico. “Así, se recomienda ecocardiografía para monitorizar la función ventricular periódicamente, en función del tipo de enfermedad, edad del paciente y tratamiento empleado”, explica del Dr. Vicente Arrarte.
En relación al entrenamiento cardiovascular que deben seguir los pacientes oncológicos; independientemente del tratamiento previsto, “se debe promover un estilo de vida cardiosaludable con programas de ejercicio físico regular, así como la identificación y control estricto de factores de riesgo y consejo médico”, dice el experto.
El ejercicio físico no sólo ha demostrado beneficios en el campo de la morbimortalidad cardiovascular. Mejora la tolerancia al tratamiento con quimioterapia, reduce la tasa de suspensión del tratamiento oncológico, así como el riesgo de cardiotoxicidad y disfunción autonómica.