La inclusión de la colchicina como primera línea para el tratamiento de la pericarditis aguda ha supuesto una reducción de los episodios de recurrencia. Además, el uso de los bloqueadores de la IL-1 (en concreto, anakinra) también ha aportado importantes beneficios en la pericarditis recurrente.
En un simposio de actualización sobre las principales enfermedades del pericardio, la Dra. Julia Seller Moya, responsable de la Unidad de Insuficiencia Cardiaca en el Hospital Marina Salud de Dénia (Alicante), ha mostrado algunas de las novedades que se han introducido en los últimos años en el manejo de la pericarditis aguda y recurrente, muchas de ellas relacionadas con el empleo de la colchicina y también con la creciente evidencia que avala la administración de los bloqueantes de la IL-1 en algunos grupos de pacientes seleccionados.
La pericarditis es la enfermedad más común del pericardio. Supone el 0,2% de los ingresos en cardiología, y hasta un 5% de las consultas al servicio de urgencias por dolor torácico. Por tanto, conocer las novedades en el tratamiento médico, así como las indicaciones de pericardiectomía y las características diagnósticas a través de la imagen, puede resultar de gran importancia en la práctica clínica.
La colchicina y más allá
“Las novedades en el manejo de la pericarditis aguda de los últimos años han sido escasas y han venido principalmente de la mano de la colchicina”, afirma la Dra. Seller. Los estudios COPE (2005) e ICAP (2013) permitieron que la colchicina fuera incluida en las últimas guías de práctica clínica de la Sociedad Europea de Cardiología (2015) para el tratamiento de un primer episodio de pericarditis aguda, junto con los AINES (recomendación de clase I A).
Por otra parte, en el campo de la pericarditis recurrente han aparecido más fármacos relevantes.
A juicio de Julia Seller, “los bloqueadores de la IL-1, en concreto anakinra, se presentan como una buena opción para aquellos pacientes con resistencia a la colchicina y corticodependientes”.
Estas recomendaciones están avaladas por recientes evidencias clínicas, como las derivadas del estudio AIRTRIP (de 2016), que fue el primer estudio aleatorizado y comparado con placebo que tenía por objetivo evaluar esa posible indicación; además, recientemente se ha publicado el primer registro de vida real (IRAP registry) del uso de anakinra, con resultados muy prometedores.
Dentro del mismo grupo terapéutico, se encuentra rilonacept, que ya dispone de un estudio en fase II, demostrando ser eficaz y seguro en un perfil similar de pacientes.
Más cerca del objetivo
En base a estos nuevos recursos farmacológicos, crece la esperanza de superar uno de los principales retos pendientes en el manejo de la pericarditis. “Evitar las recurrencias supone el principal reto en los pacientes con pericarditis aguda, puesto que hasta un 30% de ellos las presentarán”, recuerda la especialista del Hospital Marina Salud de Denia. Y es que, en su opinión, “la incorporación de la colchicina como primera línea para el tratamiento de la pericarditis aguda ha supuesto una reducción de los episodios de recurrencia; no obstante, todavía existe un importante porcentaje de pacientes que dependen de la terapia corticoidea a largo plazo, y en este punto, los bloqueadores de la IL-1 aparecen como una nueva opción terapéutica para evitar el uso prolongado de los corticoides”.
Para esta experta no cabe duda de las grandes ventajas que aporta la incorporación al arsenal terapéutico de los bloqueadores de la IL-1 en casos de pericarditis recurrente, “puesto que implica una disminución de las recidivas, junto con la posibilidad de reducir o incluso suspender el tratamiento corticoideo”. Probablemente, según avanza la Dra. Seller, “en las próximas guías europeas de las enfermedades del pericardio cambie el nivel de recomendación de estos fármacos, y quizás incluso, el esquema terapéutico”.
En cualquier caso, aún hay mucho margen de mejora en el abordar de la pericarditis aguda y recurrente, sobre todo porque quedan por conocer bastantes aspectos relacionados con su patogénesis; sin duda, concluye la Dra. Seller, “una mejor comprensión de la misma permitiría poder dirigir e individualizar el tratamiento de nuestros pacientes”.