La evaluación, la planificación terapéutica y el tratamiento de los pacientes con valvulopatías es complejo, por lo que se precisa una máxima especialización y una excelente coordinación asistencial, tal y como se ha puesto de relieve en una sesión celebrada en el e-Congreso SEC 2020 de la Salud Cardiovascular.
El encuentro ha permitido conocer algunos aspectos esenciales para organizar un programa de excelencia en valvulopatías, incidiendo en su importancia, sobre todo por la creciente complejidad que plantea la evaluación, planificación terapéutica y el tratamiento de estos pacientes.
Como ha resaltado el Dr. Sergio García Blas, “en los últimos años se ha progresado significativamente en la evaluación mediante técnicas de imagen y también en la posibilidad de contar con distintas opciones terapéuticas, lo que hace imprescindible para el cardiólogo mantenerse actualizado”. Además, admite, “esta situación hace recomendable un mayor grado de especialización en estas patologías y una coordinación de las unidades implicadas para alcanzar los mejores resultados clínicos”.
Objetivo: garantizar la mejor atención posible
En este contexto, resulta fundamental el desarrollo e implementación de programas de excelencia, “para mejorar la evaluación previa del paciente, desarrollar las técnicas de diagnóstico e individualizar de la manera más óptima el tratamiento para cada paciente”, apunta este experto. Además, “una estructura organizada ayuda a mejorar la eficacia en la atención a estos pacientes y supone un apoyo para los distintos profesionales implicados”.
Todo esto ayuda a efectuar un abordaje interdisciplinar e integral de las personas con valvulopatías, algo especialmente necesario y deseable, “sobre todo si se tiene en cuenta que nuestros pacientes son cada vez más complejos”, asegura este experto. A su juicio, “este tipo de abordaje permite una mejor evaluación de los pacientes y nos aporta más información para integrar en la toma de decisiones; por otro lado, facilita el ofrecimiento de tratamientos más adecuados a pacientes con más comorbilidades, fragilidad, etc.”. En definitiva, según el Dr. García Blas, “apoyarnos en otros profesionales para la evaluación, así como para la planificación previa y posterior al tratamiento, es beneficioso para obtener el mejor resultado clínico posible”.
Momento de transición
Con todo, según reconoce este especialista, “estamos en una etapa de transición en el manejo de las valvulopatías en nuestro país”. Se ha pasado de un abordaje más general y más ‘simple’, basado en el diagnóstico mediante ecocardiografía y enviando al paciente para su valoración por parte del cirujano cardiaco cuando se cumplían criterios quirúrgicos, hacia un mayor compromiso por parte de cardiología en la evaluación previa exhaustiva e implicación en las decisiones terapéuticas. Las peculiaridades locales son, en muchos casos, las que están determinando en qué punto está cada centro.
La complejidad del paciente mayor y frágil
Los pacientes de edad avanzada y frágiles suponen un especial reto en este contexto. No se debe olvidar que las dos valvulopatías más frecuentes, la estenosis aórtica y la insuficiencia mitral, son muy prevalentes en los pacientes de edad avanzada, ya que su etiología es principalmente degenerativa en este grupo de edad. “El envejecimiento poblacional, junto con el desarrollo de técnicas de intervencionismo menos invasivas, ha hecho que estos pacientes sean muy frecuentes en la práctica clínica habitual”, señala el Dr. García Blas.
Como primera aclaración para afrontar con éxito el manejo de estos pacientes, este experto considera que el concepto de ‘paciente mayor’ es “falaz, ya que la edad en sí misma no debe guiar nuestras decisiones”. Se trata, en realidad, de un grupo heterogéneo de pacientes que presentan con más frecuencia situaciones complejas, con implicaciones relevantes en todos los niveles del proceso asistencial. De esta manera, “nos encontraremos tanto pacientes añosos sin comorbilidades, robustos e independientes, como pacientes frágiles, con comorbilidades y dependientes, así como un amplio espectro de situaciones intermedias”. Por tanto, afirma, “el primer reto es evaluar correctamente cual es la situación de cada paciente”.
En los pacientes de mayor riesgo por comorbilidades y síndromes geriátricos, según recomienda, “hay que valorar si el tratamiento de su valvulopatía va a suponer realmente un beneficio clínico relevante, y diseñar un plan terapéutico que aborde todos los problemas optimizables”.
También es preciso tener en cuenta que la fragilidad empeora el pronóstico de los pacientes con enfermedad cardiovascular en general, y valvular en particular. Concretamente, según informa el ponente, “se asocia con mayor mortalidad, eventos cardiovasculares mayores, complicaciones de los procedimientos y dependencia, incluso tras un tratamiento exitoso de su valvulopatía”.
Igualmente, la dependencia para las actividades también asocia peor pronóstico y pone en duda el beneficio clínico de la intervención, “ya que en muchos casos esta dependencia no guarda relación con la patología valvular y es más limitante que la clínica derivada de la misma”, señala el especialista en cardiología intervencionista, quien también expone que “los pacientes con deterioro cognitivo (que, por otra parte, suelen asociar distintos grados de dependencia) suponen un reto, ya que su pronóstico es incierto”.
Por todo ello, el Dr. Sergio García Blas considera “imprescindible que los cardiólogos implicados en el paciente valvular tengan conocimientos para la evaluación de la fragilidad y los síndromes geriátricos, de manera que al menos dispongan de herramientas básicas para identificar a los pacientes en los que esto puede suponer un problema relevante”. Tal y como defiende, “los pacientes más complejos deben ser evaluados de forma más exhaustiva e idealmente en coordinación con especialistas en geriatría, para la toma de decisiones y establecer un plan terapéutico óptimo”.