Según las últimas guías de práctica clínica sobre el tratamiento de las dislipemias, el objetivo de control de cLDL es < 55 mg/dl y una reducción del 50% basal en pacientes que presentan enfermedad cardiovascular o muy alto riesgo cardiovascular. No podemos olvidar que también existen objetivos de control en otros perfiles de riesgo: < 70 mg/dl y < 100 mg/dl en alto y moderado riesgo, respectivamente.
Estos objetivos de control son más ambiciosos que en las anteriores guías de práctica clínica, debido a los resultados de los últimos ensayos clínicos, con ezetimibe e iPCSK9, en los que se ha objetivado que sigue existiendo beneficio cardiovascular con reducción de cLDL mayor.
Pero ¿conseguimos objetivos? ¿Cuánto de lejos estamos?
En el último estudio Euroaspire V, un registro multicéntrico europeo de pacientes que han sufrido un evento cardiovascular en los últimos 24 meses, solo el 32% de los pacientes presentó un cLDL < 70 mg/dl (objetivo de control de las GPC del 2016), utilizando terapias hipolipemiantes en el 84% de los casos pero solo el 60% terapias intensivas y el 2,6% combinaciones.
Registros más actuales, como el estudio DA Vinci, muestran datos sobre objetivos de control según las GPC de 2019. En este caso, solo el 18% de los pacientes con enfermedad cardiovascular establecida presentaban cLDL <55 mg/dl, con una infrautilización de las terapias hipolipemiantes intensivas; pero cuando utilizaban terapias combinadas con ezetimibe, el 36% conseguían objetivos mientras con iPCSK9 eran el 57%.
En el análisis realizado por la Sociedad Española de Cardiología se objetivó que el cLDL tras SCA a los 6 meses estaba en el 38,9% de los casos por encima de 70 mg/dl y en el 16% era superior a 100 mg/dl; sin embargo, la terapia combinada con ezetimibe se utilizaba solo en el 20% de los casos, y con iPCSK9 en menos del 1%.
Por tanto, los datos de los diferentes registros nos demuestran que existe un mal control de objetivos de cLDL pero que, además, no utilizamos los recursos terapéuticos disponibles en la actualidad. Por ello, debemos reflexionar sobre las posibles causas que pueden dar lugar a esto, como pueden ser la inercia terapéutica, la falta de programas de prevención secundaria y rehabilitación cardiaca, así como la carencia de protocolos en la continuidad asistencial.
La realidad de los objetivos de control lipídico es que deben ser alcanzados para mejorar el pronóstico cardiovascular de nuestros pacientes, pero estamos muy lejos de conseguirlo. Sin embargo, podríamos mejorar estos datos utilizando terapias hipolipemiantes intensivas y/o combinadas con más frecuencia, asegurando la continuidad asistencial protocolizada y, en un futuro cercano, introduciendo en nuestros protocolos las nuevas terapias farmacológicas.
Rosa Fernández Olmo
Cardiología. HU de Jaén
Presidenta Electa Asociación Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca