Por su frecuencia e impacto, la toxicidad cardiovascular provocada por algunos fármacos antitumorales es un tema que ocupa y preocupa a los cardiólogos, que tienen como gran aliado, entre otros, a los nuevos recursos de imagen para tratar de detectar precozmente este efecto secundario y, por lo tanto, agilizar la puesta en marcha de las medidas pertinentes.
Una sesión de preguntas al experto, que ha tenido lugar en el Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular, ha permitido comprobar la enorme utilidad que tiene la imagen cardiaca en el diagnóstico de la toxicidad cardiovascular por antitumorales. A través de casos prácticos diferentes se han mostrado escenarios clínicos habituales en cardio-oncología, revisándose los protocolos de monitorización y de manejo de toxicidades cardiovasculares frecuentes. En concreto, se han puesto ejemplos de toxicidad por inmunoterapia y por radioterapia, y también se han visualizado las prácticas a seguir en cuanto al manejo de la anticoagulación en pacientes con cáncer.
El riesgo de desarrollar toxicidad cardiovascular por antitumorales depende de múltiples factores: enfermedad cardiovascular previa, edad, coexistencia de distintos factores de riesgo cardiovascular, tipo de cáncer y tipo de tratamiento (incluyendo posibles tratamientos cardiotóxicos anteriores con efecto acumulativo).
“Se trata de un tipo de trastorno que ocurre, al menos, en uno de cada tres pacientes, con diferente grado de severidad”, informa la Dra. Teresa López Fernández, coordinadora del grupo de cardio-oncología de la SEC, quien destaca que sus consecuencias pueden ser nefastas: “cuando ocurre en la fase de tratamiento activo, limita las opciones del paciente para seguir con un tratamiento potencialmente curativo y, además, en muchas ocasiones los excluye de los ensayos clínicos; y cuando sucede tras el tratamiento, empeora el pronóstico vital del paciente incluso años después de su aparición”.
Imagen cardiaca, un aliado
En este contexto, “las técnicas de imagen cardiaca son clave para poder realizar una valoración basal del riesgo de toxicidad cardiovascular y un diagnóstico precoz de posibles complicaciones”, asegura la Dra. López.
En esta labor resulta de especial ayuda la ecocardiografía 3D y las técnicas de deformación para una cuantificación precisa y reproducible de la función biventricular. Por otra parte, el uso de biomarcadores séricos con un alto valor predictivo negativo ayuda al seguimiento de pacientes de bajo riesgo. Con todo, tal y como destaca la cardióloga del Hospital Universitario La Paz, “la resonancia es, sin duda, el futuro”; sin embargo, se lamenta, “la disponibilidad actual de la técnica hace inasumible su empleo en grandes poblaciones de pacientes oncológicos”.
Parámetros predictores de riesgo
Aparte de los beneficios específicos que ofrecen estas técnicas de imagen, la mejora en este ámbito se está produciendo también gracias a los constantes esfuerzos por identificar parámetros claros que ayuden a predecir, con antelación, estas toxicidades provocadas por algunos antitumorales. Los pacientes con enfermedades cardiovasculares previas al tratamiento (33%) o con factores de riesgo CV necesitan un manejo muy cuidadoso de estos problemas para prevenir toxicidades por antitumorales.
Según resalta la Dra. Teresa López, “la estratificación basal de riesgo permite detectar y tratar problemas cardiovasculares silentes que podrían haber complicado el tratamiento oncológico, así como personalizar la monitorización del tratamiento”.
Los pacientes de mayor riesgo son aquellos que desarrollan toxicidades sintomáticas. Como predictores del riesgo de sufrir una insuficiencia cardiaca, se sabe que una fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI) basal reducida, o en rango bajo normal, y un strain global longitudinal reducido aumentan entre 6 y 12 veces el riesgo de desarrollar disfunción ventricular por antitumorales. La elevación de troponina o péptidos natriuréticos también aumenta este riesgo. Como matiza la coordinadora del grupo de cardio-oncología de la SEC, “si estos parámetros cambian durante el tratamiento, nos ayudan a predecir toxicidades y a valorar el uso de tratamientos cardioprotectores”.
Como consejo práctico final, y aparte de la imprescindible valoración basal del paciente para poder optimizar las estrategias de prevención de toxicidades cardiovasculares y la monitorización de los tratamientos, la Dra. Teresa López resalta “la necesidad de crear equipos multidisciplinares que permitan mantener el tratamiento antitumoral y cardiovascular sincronizados”.