El Dr. Francisco Javier García Fernández, cardiólogo del Complejo Asistencial de Burgos, defiende que “la monitorización remota debe ser el gold standard en el seguimiento de los dispositivos cardiacos implantables”. Así lo ha asegurado durante su ponencia en el seminario ‘Monitorización remota de dispositivos’, celebrado en el marco del Congreso SEC21 de la Salud Cardiovascular.
El cardiólogo del Complejo Asistencial de Burgos asegura que hay que creerse esa máxima y adaptarla a la realidad diaria para “exprimir al máximo esta fantástica tecnología que ya tenemos en nuestras manos”. También cree que los cardiólogos “deben ser capaces de convencer a los gestores de que hay que utilizarla en los seguimientos y de que se necesitan ciertos recursos para poder hacerlo bien”.
Para García Fernández la monitorización remota ofrece numerosas ventajas, tanto a nivel de seguridad como de eficiencia.
En lo que respecta a la seguridad, este recurso reduce el tiempo en la detección de eventos adversos tanto clínicos como relacionados con el dispositivo, reduce choques inapropiados, disminuye los ingresos por insuficiencia cardiaca e, incluso, parece que puede mejorar la supervivencia. “Además de todo esto, ha permitido, a todos los hospitales que lo tenían implementado, mantener a los pacientes alejados del hospital y de las salas de espera saturadas durante todo este periodo de pandemia”, añade.
En cuanto a eficiencia, disminuye las visitas presenciales, la carga de trabajo del staff y convierte en innecesarios muchos de los traslados al centro hospitalario, mejorando la calidad de vida de los pacientes. “Ha demostrado ser coste-eficiente en la mayoría de los pacientes, con una mejoría clínica muy importante en aquellos que están más enfermos, y en los más sanos ha permitido eliminar prácticamente las visitas presenciales con un muy importante ahorro de costes y sin que eso suponga un detrimento de la seguridad”, asegura el cardiólogo.
Situación en España y factores que limitan su uso
La situación de la monitorización remota en España es muy heterogénea entre las diferentes comunidades autónomas. Tal y como reconoce García Fernández, “antes de la pandemia era prácticamente inexistente en muchas regiones y en muy pocas se activaba en la mayoría de los dispositivos”.
La media de activaciones de monitorización remota con respecto al total de implantes en España en 2019 fue del 75% en desfibriladores implantables y en torno al 12% del total de marcapasos implantados.
La pandemia se ha comportado como un revulsivo y parece haber cambiado, al menos de momento, la forma de seguimiento. “Actualmente se activa la monitorización remota en prácticamente el 100% de los desfibriladores implantados en nuestro país y en un 38% de los marcapasos”, detalla el especialista en cardiología.
Sin embargo, García Fernández apunta que es muy importante un cambio en el modelo de seguimiento, siendo necesario romper con las inercias existentes: “Hay que diseñar el seguimiento adaptándolo al centro para conseguir una mayor eficiencia”.
Entre los principales factores que limitan su uso se encuentran: la falta de reconocimiento de la actividad por parte del centro y de su valor por parte de las administraciones, el déficit de dotación de recursos humanos y la falta de tecnología solvente que permita unificar los seguimientos de una manera correcta.