A en lo que va del siglo XXI, la mortalidad por enfermedad cardiovascular ha caído en España en todas las comunidades autónomas sin excepción. No obstante, las defunciones por esta causa no son las mismas en todas las regiones ni descienden al mismo ritmo.
Un estudio realizado por el Hospital Universitario La Paz y la Universidad Autónoma de Madrid, presentado en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares SEC 2018, apunta no solo que el grupo de comunidades autónomas con menor Producto Interior Bruto (PIB) tiene mayor mortalidad cardiovascular, sino que señala además que la mortalidad por esta causa desciende más lentamente que en el resto de CCAA.
Para obtener estas conclusiones, se realizó un análisis retrospectivo de la incidencia de muerte por enfermedad cardiovascular y del PIB, año a año, entre 2002 y 2015 a nivel nacional y por CCAA, utilizando datos agregados del Instituto Nacional de Estadística (INE). Se definió el conjunto de CCAA con menor nivel económico como aquellas cuyo PIB era menor al 90% del promedio nacional. Las comunidades de Andalucía, Asturias, Castilla La Mancha, Extremadura, Galicia y Murcia conformaban este grupo. Se comparó la mortalidad cardiovascular y la reducción de esta (absoluta y relativa) entre los años 2002 y 2015 en las regiones de menor nivel económico con el resto de CCAA (aquellas con PIB mayor al 90% de la media nacional).
El promedio de mortalidad cardiovascular por 100.000 habitantes resultó 14 puntos inferior en el año 2002 en las CCAA con PIB por debajo del 90% respecto al resto de comunidades (105 versus 91). Trece años después, en 2015, esta diferencia resultó de 17 puntos (87 versus 70). La caída de la mortalidad desde el año 2002 a 2015 fue de 18 puntos en el primer grupo (disminución del 18%) y de 21 puntos en las CCAA con PIB superior al 90% de la media (disminución del 23%).
“En la medida en que las estrategias de prevención y tratamiento influyen sobre la mortalidad por enfermedad cardiovascular, nuestros datos sugieren la conveniencia de fomentar la solidaridad y coordinación interterritorial en la asistencia sanitaria”, opina el Dr. Jaime Fernández de Bobadilla, primer firmante del estudio.
PIB y mortalidad cardiovascular, de la mano
Existen muchos factores que hacen que las regiones con rentas inferiores se vean más amenazadas por la enfermedad cardiovascular. Es bien conocida la asociación entre la mala calidad de la dieta y la falta de recursos a causa no solo del mayor precio de los alimentos frescos y de calidad, “sino también por una cuestión educacional y cultural”, aclara el primer firmante del estudio, quien destaca el consumo de tabaco como “uno de los motivos más importantes para el desarrollo de la enfermedad cardiovascular”. Y es que según la última Encuesta de presupuestos familiares del Instituto Nacional de Estadística, los hogares con menos renta dedican un mayor presupuesto a bebidas alcohólicas y tabaco (2,4%) que las familias más acomodadas (1,4%).
También hay componentes genéticos, poblacionales (sobre todo edad), dietéticos, educativos y culturales que explican la asociación del PIB con la mortalidad cardiovascular, además de las diferencias en la inversión de recursos. No obstante, “los recursos invertidos en prevención cardiovascular son probablemente más importantes desde el punto de vista poblacional que los recursos de tratamiento”, matiza el especialista.
Este estudio abre la puerta para investigar hasta qué punto las diferencias en resultados en salud cardiovascular pueden ser producto de desigualdades reales entre los sistemas sanitarios de las comunidades autónomas. “De ser así -apunta el Dr. Fernández de Bobadilla- convendría buscar mecanismos eficientes para que todas las comunidades mejoren al tiempo, gracias a la solidaridad entre territorios”.
¿Cómo acelerar el descenso de mortalidad cardiovascular?
La educación es el pilar fundamental para mejorar la salud cardiovascular de la población. Para eso, son importantes las inversiones muy bien orientadas; pero, sobre todo, “es imprescindible que haya voluntad y determinación para convertirlo en una prioridad por parte de las administraciones”, indica el experto.
Para el Dr. Fernández de Bobadilla “la educación para la salud debería ser una asignatura obligatoria y troncal desde primero de la ESO hasta segundo de bachillerato, como las matemáticas, la lengua o la historia”. Pero la educación no debe quedarse únicamente en la escuela. “Sería fantástico que en la televisión hubiera programas específicos de contenido lúdico, concursos, anuncios financiados por las administraciones que diesen información de calidad a todos los estratos de edad sobre qué hacer por su salud”, opina. “Una mayor sensibilidad social hacia la importancia de la dieta, el ejercicio físico, el control de la tensión arterial y, sobre todo, la reducción del consumo de tabaco podría cambiar mucho el panorama en poco tiempo”, concluye.