La obesidad es considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la epidemia del siglo XXI, por su importante repercusión sobre la salud pública y por los elevados costes sanitarios que conlleva. En España, se estima que actualmente el 70% de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad, y los costes directos e indirectos derivados de la asistencia sanitaria asociados a la obesidad suponen un 7% del gasto sanitario.
En relación con las enfermedades cardiovasculares, se estima que el 19% de los costes directos son atribuibles a la obesidad. Además, un peso excesivo puede predisponer al desarrollo de enfermedades como la diabetes, la dislipemia y la HTA, todas ellas de gran impacto en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Por este motivo, la obesidad se ha convertido en un gran reto de salud pública.
“Cuando un paciente ha sufrido un evento cardiaco, a priori, suele estar más motivado para plantearse cambios en su estilo de vida, por lo que las unidades de rehabilitación cardíaca con sus equipos multidisciplinares son un contexto ideal para comenzar a implantar hábitos cardiosaludables”, explica María Gema Lozano, autora de una comunicación, presentada en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares SEC 2018, cuyo objetivo era comparar la incidencia de las intervenciones enfermeras para que los pacientes incluidos en dos programas de rehabilitación cardiaca (presencial o domiciliario) perdieran peso.
Así, un grupo de pacientes con sobrepeso y obesidad participaron en un programa de rehabilitación cardiaca presencial, de dos meses de duración, durante los cuales el personal de enfermería de la unidad realizó educación sanitaria grupal sobre alimentación cardiosaludable y control de peso semanal. Los pacientes con sobrepeso perdieron, de media, 390 gramos y los pacientes con obesidad perdieron 1,630 gramos. La reducción de peso global fue de 970 gramos.
Otro grupo de pacientes realizó el programa domiciliario, de dos meses de duración, durante los cuales tuvieron lugar tres consultas con el personal de enfermería, educación sanitaria individual del paciente y su familia, y control de peso mensual. Los que tenían sobrepeso perdieron 250 gramos y aquellos con obesidad redujeron 1,920 gramos de peso, con una pérdida global de 990 gramos.
“A priori, una pérdida de peso de un kilo en dos meses puede no parecer relevante, pero si tenemos en cuenta que muchos de estos pacientes, en nuestro caso el 38%, están en el periodo agudo de deshabituación tabáquica -donde hay estudios que muestran que durante esa fase los pacientes pueden ganar entre tres y siete kilos los primeros meses-, sí es una pérdida de peso significativa”, comenta la autora.
Estos datos permiten concluir que las intervenciones de enfermería dirigidas a implantar hábitos de vida que encaminen al paciente a conseguir un peso adecuado son eficaces, siendo sus efectos equiparables en los programas de rehabilitación cardiaca presenciales y domiciliarios.
De esta forma, cabe interpretar que “los pacientes de bajo riesgo clínico, con sobrepeso u obesidad, que por diversos motivos no pueden realizar un programa de rehabilitación presencial, se pueden beneficiar de igual manera de los programas de rehabilitación domiciliarios, en lo que respecta a adquirir hábitos para perder peso”, sentencia la experta.