Ser un buen comunicador, tener empatía con el paciente y capacidad de trabajo en equipo son algunas de las habilidades que, cada vez más, se les están exigiendo a los profesionales de la salud.
La globalización y la actual movilidad de los profesionales sanitarios hacen que vivamos en una época de transformaciones importantes y complejas. El mundo sanitario necesita equipos de profesionales competentes, en nuestro caso cardiólogos, con los conocimientos y las habilidades necesarias para proporcionar la mejor atención y cuidados a los pacientes y a la población general. Profesionales capaces de adaptarse al medio y a las circunstancias en las que desarrolle la atención, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.
En este contexto, y con la finalidad de procurar una mayor adaptación y desarrollo de las personas en el mundo laboral, surge la Formación Basada en Competencias (FBC).
La FBC se centra en el aprendizaje (discente) y no en la enseñanza (docentes), el alumno, en este caso el residente, es el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje y se procura que aprenda a aprender, a resolver problemas, y a adaptarse a los cambios en su entorno. Su objetivo es lograr un aprendizaje que integre el saber, el saber hacer, el saber ser y el saber estar. A este conjunto de saberes se les denomina competencias.
En el campo de la medicina, Epstein define las competencias como “el juicioso y habitual uso de la comunicación, conocimientos, habilidades técnicas, razonamiento clínico, valores y la reflexión en la práctica diaria en beneficio de los individuos y las comunidades que se atienden”.
Este enfoque es considerado como uno de los cambios más importante en la educación del siglo xxi. Su importancia reside en promover la participación activa del alumno en su propio aprendizaje, haciéndolo consciente de su progreso y evolución, ayudándolo a gestionar su conocimiento y a adquirir las competencias necesarias que le faciliten la adaptación a un entorno cambiante e imprevisible. Además, flexibiliza el desarrollo de los programas de formación en función del ritmo de aprendizaje y enfatiza la evaluación formativa1.
En la FBC, los responsables formativos cumplen el rol de orientadores del aprendizaje y para ello deben diseñar experiencias educativas que involucren al alumno y lo hagan participar activamente.
La formación médica, por tanto, ha de responder a los cambios y transiciones sanitarias que se están dando en nuestra sociedad. Son muchas las organizaciones académicas y sanitarias que desde la década de 1990 y principios del 2000 se adelantaron a definir el perfil competencial de sus médicos basado en el profesionalismo (Tomorrow’s Doctor en el Reino Unido, Scottish Doctor en Escocia, el CanMeds Roles en Canadá, el Outcome Project en Estado Unidos o el Instituto Internacional para la Educación Médica de Nueva York).
El modelo CanMeds, por poner un ejemplo, plantea y describe siete roles fundamentales en la formación de médicos especialistas: el rol del médico experto; ser un buen comunicador; ser un colaborador capaz de trabajar en equipo; demostrar liderazgo en la práctica profesional y capacidad de gestión; ser un de promotor de la salud; participar en la mejora continua de su actividad profesional a través del aprendizaje permanente y la generación de conocimiento, y, por último, demostrar un compromiso con los pacientes, la profesión y la sociedad ejerciendo una práctica ética de la disciplina. En definitiva, formar a un médico que trate enfermos y no enfermedades y que viva los valores del profesionalismo.
En general, todas estas propuestas confluyen en un perfil competencial del profesional de la salud que puede resumirse en los siguientes grandes dominios competenciales (J. Morán Barrios)
- Conocimiento científico
- Cuidados del paciente y habilidades clínicas
- Gestión del contexto del Sistema de Salud
- Valores profesionales, actitudes, comportamiento y ética.
- Comunicación
- Manejo de la información
- Práctica basada en el aprendizaje y la mejora
Este modelo de competencias requiere transformar los programas de formación especializada en verdaderos proyectos de formación, en los que se expliciten los objetivos y resultados esperados, contenidos o situaciones problemas, metodologías que ayuden a conseguirlos y un plan de evaluación de los procesos y de los resultados.
El uso de metodologías participativas es la clave en este tipo de aprendizaje: el aprendizaje basado en problemas, en proyectos, basado en el método de casos o el de incidentes críticos. Nuevas metodologías como el aprendizaje mediante simulación están empezando a ponerse en marcha.
La evaluación de competencias tiene un carácter formativo y genera una comprensión del proceso formativo del residente. La evaluación es el motor del aprendizaje y la garantía de seguridad del paciente. Requiere obtener información cualitativa del desempeño, lo que implica un juicio profesional y un consenso de expertos. El desempeño se evalúa en situación real y no simulada. Los métodos se basan en la observación, la autoevaluación, la supervisión y la actividad asistencial, deben promover la evaluación formativa y ser de fácil aplicación.
En este tipo de formación basada en competencias, el tutor es quien camina junto al residente para orientarlo en su aprendizaje. Se pasa de un rol transmisor a otro de facilitador de aprendizaje. En consecuencia es el que ofrece recursos y guía hacia el aprendizaje autónomo, motivándolos para trabajar de forma independiente. Se requieren tutores preparados y formados para afrontar los nuevos retos, las nuevas metodologías y sobre todo los objetivos educativos.
Los centros y las unidades docentes deben ser conscientes de que tiene que haber una coherencia en el proceso formativo, teniendo en cuenta los tres momentos de una acción docente: un antes, un durante y un después. Un antes donde se contempla el entorno social de la especialidad, las competencias que deben desarrollarse por niveles, el papel del tutor, del residente, el de los demás formadores y el de la institución. Un durante (interacción), que incluye los contextos de formación, el cómo se va a potenciar el aprendizaje en cada uno de los contextos, tareas específicas, conjuntas e individuales, estrategias metodológicas, y una evaluación continua o formativa. Un después (evaluación) del aprendizaje del residente, de la actuación del tutor, del desarrollo del proceso formativo, del programa, del resto de agentes formadores y de la estructura de soporte.
Conclusión
La formación especializada basada en competencias es la respuesta a un mundo globalizado y en permanente cambio. Los centros y servicios asistenciales pueden desarrollar sus propias experiencias en este sentido, dentro del marco que proporciona la legislación vigente. Las instituciones sanitarias deben ser conscientes del compromiso adquirido con la sociedad a través de la acreditación docente, y para que ejerzan un liderazgo eficaz en el desarrollo de los programas formativos, es imprescindible que dispongan de los recursos estructurales, organizativos y humanos que establece la legislación actual.