Estudio de cohortes prospectivo, multicéntrico, donde se reclutaron pacientes con una edad entre los 50-75 años, incluyéndose tanto pacientes normotensos como pacientes con hipertensión controlada, no controlada y no tratada, asignándose a grupos con dietas de alto y bajo contenido en sodio de 1 semana de duración, con el fin de evaluar el impacto tanto intraindividual como interindividual en la presión arterial, además de las variaciones experimentadas acorde con su presión arterial basal y uso de medicación antihipertensiva.
La hipertensión arterial es uno de los mayores factores de riesgo cardiovascular, afectando a uno de cada tres adultos en el mundo, y siendo uno de los principales agentes causales de eventos tales como los accidentes cerebrovasculares, enfermedad renal crónica, infartos de miocardio, insuficiencia cardiaca, etc. Aunque se trate de una patología con una etiología multifactorial, donde marcadores de riesgo tales como la edad avanzada y la genética tienen un importante peso en su aparición, otros factores modificables como la ingesta excesiva de alcohol o una dieta con alto contenido en sal, pueden aumentar dicho riesgo. Para este último caso, se han desarrollado estudios aleatorizados que prueban la respuesta de la presión arterial (PA) en función de la ingesta salina, definiendo la figura del individuo salino-sensible, que sería aquel que presenta un descenso de ≥ 5 mmHg en la PA media tras la reducción de ingesta salina.
Sin embargo, en la mayoría de estos estudios que probaban el impacto de la reducción de sodio en la dieta excluían a los pacientes con tratamiento antihipertensivo. Dada la escasa evidencia en este escenario, los autores plantearon un estudio de cohortes prospectivo en dos ciudades de EE.UU. (Chicago y Birmingham), reclutando durante 22 meses a 213 individuos entre 50 y 75 años que incluían pacientes normotensos (25%), hipertensos controlados (20%), hipertensos no controlados (31%) e hipertensos no tratados (25%). Se diseñó una asignación prospectiva de dos dietas de una semana de duración, una con un alto contenido en sodio y otra con un bajo contenido, aplicada de manera cruzada secuencial, analizando los resultados de la monitorización ambulatoria de presión arterial (MAPA) de 24 h y sodio urinario de 24 h en el reclutamiento, momento basal, y al finalizar la primera y segunda dieta semanal asignada. Los criterios de exclusión fueron presencia de presión arterial sistólica y diastólica no comprendidas entre 90-160 mmHg, y 50-100 mmHg, respectivamente, además de hipertensión resistente y contraindicación para dietas con alto o bajo contenido en sodio. De esta forma, se pretendía examinar la respuesta intraindividual de PA con respecto al sodio en la dieta, la diferencia de PA entre individuos asignados a dietas con alto y bajo contenido en sodio y la repercusión en la PA basal y del tratamiento antihipertensivo del mismo. Cabe destacar la composición de las dietas con alto y bajo contenido en sodio. En el caso de la dieta de alto contenido en sodio, se añadía sistemáticamente 2 comprimidos de 1.100 mg de sodio cada una, mientras que en la dieta de bajo contenido en sodio el aporte diario era de 500 mg de sodio, además de 4.500 mg de potasio y 1.000 mg de calcio.
En el análisis de resultados, el descenso de la PA media entre las dietas de alto y bajo contenido en sodio fue de 4 mmHg de mediana, independientemente de si eran normotensos o hipertensos, incluso sin asociación con la clase de antihipertensivos utilizados. En la cohorte media, la reducción del sodio en la dieta supuso con respecto a las dietas en alto contenido en sodio una reducción de la PA media en un 73,4% de los individuos, sin apreciar cambios en el 1% de los mismos y con un incremento del 25% de la PA media en dicha población, presentando una distribución similar en cuanto a PA sistólica, diastólica y presión de pulso. Si tenemos en cuenta la definición de salino-sensibles, supuso un 46% de la población, además de una diferencia de la natriuresis de 24 h de 3,4 g de mediana. En el caso de los individuos salino-sensibles inversos (aquellos que presentan incrementos de PA media ≥ 7 mmHg tras reducción del contenido en sodio de la dieta), supuso un 5%, con una diferencia de natriuresis de 24 h de 0,3 g de mediana.
Comparada con una dieta normal, la dieta baja en sodio se tradujo una reducción de la ingesta de sodio de 2,3 g de mediana, además de una reducción de 6 mmHg en la PA sistólica. Por el contrario, la dieta con alto contenido en sodio con respecto a una dieta estándar supuso un incremento de 1,1 g de mediana, sin diferencias significativas en la PA sistólica. Por último, en un análisis en paralelo de los grupos, se objetivó al final de la primera semana de dieta una reducción en la PA sistólica de 8 mmHg de mediana entre la dieta de bajo contenido en sodio con respecto a la de alto contenido, siendo consistente dichos cambios al concluir el intercambio de dietas en los grupos en la segunda semana, con una diferencia en la PA sistólica de 7 mmHg de mediana, y por lo tanto sin evidencia de efectos remanentes en la secuencia interindividual con relación a las dietas.
En cuanto a los efectos adversos fueron leves y autolimitados; un 9,9% de los pacientes con dietas ricas en sodio presentaron cefaleas, disconfort gastrointestinal y edema, mientras que un 8% de los pacientes con dietas con reducción de sodio presentaron calambres y debilidad.
Comentario
La importancia de la dieta y su contenido en sodio en la hipertensión arterial es bien conocida no solo en la comunidad médica sino también la población general. No obstante, existe una aparente pérdida de protagonismo de esta en aquellos pacientes con hipertensión ya tratada con fármacos, e incluso más acentuada en pacientes normotensos. Este estudio arroja luz en estos escenarios tan poco estudiados y nos ofrece unos resultados muy interesantes a partir de los cuales podemos establecer ciertas conclusiones.
En primer lugar, demuestra que una dieta con bajo contenido en sodio respecto a una rica en sodio disminuye de manera consistente la PA, independientemente de si el individuo sea hipertenso o no, y de la medicación que utilice para su control. No obstante, la ausencia de diferencias entre la ingesta de sodio en la dieta y el uso de fármacos antihipertensivos puede deberse a un poder insuficiente en el análisis de subgrupos.
En segundo lugar, en la población a estudio, si se compara la ingesta de sodio en una dieta común con respecto a una dieta baja en sodio, la reducción de sodio es de 2,3 g de mediana, suponiendo una reducción de 6 mmHg en la PA sistólica, es decir, un efecto antihipertensivo similar al de 12,5 mg de hidroclorotiazida. Mientras tanto, no hubo diferencias significativas en la PA sistólica si comparábamos una dieta común con una dieta rica en sodio. La clave para entender esto está en un dato: la ingesta media diaria de sodio en la dieta común de la población era aproximadamente de 4,5 g, muy por encima de la recomendación de la OMS, que es de 2 g/día (aproximadamente 5 g de sal). Esto nos hace ver que probablemente las dietas usuales de la población a estudio ya estaban saturadas en sí de sodio, por lo que la interpretación de que una dieta rica en sodio no tiene impacto negativo respecto a la dieta común al no elevar la PA sistólica es falsa, dado que el mayor impacto en la PA se consiguió al aplicar una dieta reducida en sodio, y alcanzado dicho objetivo, volver a una dieta rica en sodio revertía los efectos beneficiosos de la misma.
Aunque la dieta común de la población a estudio no sea extrapolable a todos los contextos globales, sí que nos debe poner en alerta ante qué consideramos una dieta con un contenido normal de sodio, en especial en un medio como el nuestro, donde el sodio no solo está presente en la sal que aportamos a las comidas, sino también en la incluida en los productos procesados y ultraprocesados.
En conclusión, el descenso de la PA obtenido mediante el cambio a una dieta baja en sodio se alcanza independientemente del estado de hipertensión y tratamiento antihipertensivo, además de una manera segura y rápida en tan solo 1 semana desde su inicio, y sin un exceso de eventos adversos. Debemos considerar la disminución de la ingesta de sodio en la dieta como un pilar más en el arsenal terapéutico de la HTA, ya que proporciona efectos en la reducción de la presión arterial comparables a los de los fármacos antihipertensivos de primera línea.
Referencia
Effect of Dietary Sodium on Blood Pressure: A Crossover Trial
- Gupta DK, Lewis CE, Varady KA, Su YR, Madhur MS, Lackland DT, Reis JP, Wang TJ, Lloyd-Jones DM, Allen NB.
- JAMA. 2023 Nov 11:e2323651