Menos del 20% de los pacientes con insuficiencia cardiaca (IC) en Europa realizan un programa de rehabilitación cardiaca (RC). Esta cifra es aún más baja en España donde, de un total de 10.351 pacientes rehabilitados en 2015, solo el 5,8% estaba diagnosticado de IC, según datos del registro R-EUReCa.
"Estas cifras no son aceptables teniendo en cuenta que diferentes estudios han demostrado los beneficios de los programas de rehabilitación cardiaca multidisciplinares en la situación clínica y pronóstica de los pacientes con IC”, reflexiona el Dr. Alfonso Valle Muñoz, jefe del Servicio de Cardiología del Área del Corazón de Marina Salud (Denia).
En el caso de los pacientes con IC y fracción de eyección del ventrículo izquierdo preservada (IC-FEp), “los programas de RC podrían aportar un potencial beneficio aún más evidente, ya que el tratamiento farmacológico no ha demostrado mejorar ni la supervivencia ni el pronóstico en este grupo de pacientes”. En los pacientes con fracción de eyección reducida, “el tiempo en el programa, entre otras cosas, va a ser vital para la optimización del tratamiento médico que modifica el pronóstico de la enfermedad”.
En este contexto, las Asociaciones de Insuficiencia Cardiaca y de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) han trabajado en un documento, que el Dr. Valle ha presentado durante el e-Congreso SEC 2020 de la Salud Cardiovascular. Los objetivos del texto pasan por establecer un consenso sobre la integración de los pacientes con IC en programas de RC, definir los perfiles de los pacientes en función de su riesgo, la forma de derivación y la ruta asistencial, así como las intervenciones y el seguimiento coordinados entre ambas unidades asistenciales.
“Todos los pacientes con IC, independientemente de la FE, en NYHA I-IV, con tratamiento médico óptimo (incluidos los pacientes estables a los que se está completando la optimización del tratamiento) sin contraindicación ni limitaciones para realizar ejercicio físico pueden ser seleccionados para realizar un programa de RC”, explica el experto. De ser posible, además, “los pacientes ingresados por IC deberían iniciar la RC desde su hospitalización”.
El documento recoge que los pacientes de riesgo bajo pueden hacer RC extrahospitalaria, mientras que los de riesgo alto necesitan RC hospitalaria. “Los pacientes con mayor riesgo de complicaciones durante el ejercicio y con descompensaciones precisan de una vigilancia y una supervisión extremas, pero son también los que más se van a beneficiar de las actuaciones de los programas de RC”, detalla el cardiólogo, que también es vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la SEC.
Coordinación entre unidades y con AP
Valle señala que el flujo de pacientes entre las unidades de IC y RC debe ser bidireccional y coordinado. “Esto implica que si un paciente que atienda un programa de RC presenta síntomas y signos de descompensación que requieran una intervención específica, los profesionales del equipo de RC contactarán con los de la unidad de IC”. De esta forma, añade el experto, “se consensuará la intervención más adecuada y el seguimiento más indicado”.
Durante el periodo de la RC, que suele ser de unas 12 semanas, tanto el cardiólogo de IC como de RC pueden hacer los ajustes de la medicación que necesite el paciente, pero será el cardiólogo de IC el que coordine la estrategia terapéutica a largo plazo.
El texto, en el que han trabajado más de 20 expertos en diferentes áreas, recoge que las formas de derivación y comunicación entre ambas unidades pueden ser variables, dependiendo de los medios disponibles en el centro que asista al paciente. “Recomendamos medios ágiles que permitan un contacto fácil y rápido desde interconsulta, contacto telefónico o consultas digitales que proporcionen los sistemas informáticos del hospital”, detalla el Dr. Valle. Además, los profesionales de enfermería de IC y de RC “deben coordinarse con la enfermería gestora de casos, que actuará de enlace con Atención Primaria (AP)”.
Tras el alta por insuficiencia cardiaca, la continuidad asistencial en la atención al paciente es aún más importante que en el resto de cardiopatías. En este punto, el equipo de AP es el principal coordinador de los cuidados del paciente y, por ello, “consideramos que debe asegurarse una comunicación bidireccional, ágil y fluida en todo el proceso de IC entre la atención hospitalaria y la AP del paciente”.
El Dr. Valle recuerda también que “las nuevas tecnologías son herramientas cada vez más útiles en la interacción entre profesionales sanitarios y entre estos y los pacientes”.