Las complicaciones cardiovasculares de la enfermedad aguda por coronavirus 2019 (COVID-19) se han descrito ampliamente, pero las manifestaciones cardiovasculares posagudas de la COVID-19 no se han definido de forma exhaustiva.
Los autores utilizan la base de datos de salud nacional del Departamento de Asuntos de los Veteranos estadounidense elaborando una cohorte de 153.760 individuos con COVID-19, así como dos cohortes de control con 5.637.647 individuos (controles contemporáneos) y 5.859.411 individuos (controles históricos) para estimar los riesgos y la incidencia a un año de una serie de complicaciones cardiovasculares preespecificadas. Muestran que, más allá de los primeros 30 días tras la infección, los individuos con COVID-19 tienen un riesgo incrementado de enfermedad cardiovascular abarcando varias categorías como alteraciones cerebrovasculares, arritmias, cardiopatía isquémica y no isquémica, pericarditis, miocarditis, insuficiencia cardiaca y enfermedad tromboembólica. Esos riesgos fueron evidentes incluso en los individuos no hospitalizados durante la fase aguda de la infección y fueron incrementándose de una forma gradual según las necesidades de cuidados durante la fase aguda (no hospitalizados, hospitalizados e ingresados en cuidados intensivos).
Estos resultados proveen evidencia de que la incidencia y el riesgo al año de la enfermedad cardiovascular en supervivientes de COVID-19 es substancial. La atención a la enfermedad y salud cardiovascular debería incluirse en las nuevas vías asistenciales para esos supervivientes de la fase aguda de COVID-19.
Comentario
Este estudio contempla dos hallazgos muy relevantes que previamente no estaban muy claros. En primer lugar, la alta tasa eventos cardiovasculares en supervivientes de COVID-19 más allá de la fase aguda, siendo especialmente relevante el riesgo de miocarditis (hazard ratio [HR] 5,38 [3,80, 7,59]) y el tromboembolismo pulmonar (HR 2,93 [2,73, 3,15]). Y, en segundo lugar, este riesgo es evidente incluso en pacientes que han pasado la infección por SARS-CoV-2 de forma ambulatoria y en población sin enfermedad cardiovascular previa a dicha infección. Si bien, este riesgo de eventos se incrementa progresivamente en base a las necesidades de cuidados (no hospitalizados, hospitalizados y cuidados intensivos).
Las fortalezas principales de este estudio es el gran tamaño muestral alcanzado, el exquisito diseño con la definición preespecificada de cada evento cardiovascular y los múltiples análisis estadísticos que dan robustez a la causalidad de la COVID-19 sobre esos eventos. Incluso la gran limitación que a priori supondría la inclusión en el grupo control de enfermos de COVID-19 no diagnosticados, se suple con la inclusión de un grupo de control histórico (previo a la existencia de la COVID-19). La comparación de los eventos del grupo de casos frente a ambas cohortes de control no presenta diferencias. Algo que sí debemos tener en cuenta es el carácter dinámico de esta pandemia con respecto a la aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2, la aparición de nuevos tratamientos para la fase aguda de la enfermedad y la implementación de la estrategia de vacunación. Todos estos factores podrían modificar el riesgo de aparición de eventos cardiovasculares en el futuro.
Como conclusión, deberíamos enfatizar la importancia de la prevención primaria de la infección por SARS-CoV-2, siendo esta la mejor medida para reducir la incidencia de complicaciones a largo plazo. Debemos tener en cuenta que se han infectado, al menos, 355 millones de personas en el mundo y estas complicaciones cardiovasculares podrían tener consecuencias en la atención sanitaria, la productividad económica y la esperanza de vida de estos pacientes. Por ello, sería interesante incluir la atención cardiovascular en las unidades dedicadas a la atención de la COVID persistente.
Referencia
Long-term cardiovascular outcomes of COVID-19
- Xie Y, Xu E, Bowe B and Al-Aly Z.
- Nat Med (2022). doi.org/10.1038/s41591-022-01689-3.