El ejercicio físico agrava y acelera la evolución de la miocardiopatía arritmogénica MA, pero no hay datos que analicen los efectos negativos de la intensidad o de la duración del ejercicio en estos pacientes. El objetivo de este estudio fue analizar la asociación entre la duración/intensidad del ejercicio físico, y el pronóstico en pacientes con miocardiopatía arritmogénica (MA).
Los autores analizaron los hábitos de ejercicio físico en el momento del diagnóstico de la MA, recogiéndolos en cuestionarios estandarizados realizados durante las entrevistas. Los ejercicios de > 6 equivalentes metabólicos (METS) se definieron como de alta intensidad, y la duración se consideró como prolongada si era superior a la mediana. Las arritmias malignas se definieron como la muerte súbita recuperada, taquicardia ventricular sostenida, fibrilación ventricular o descargas apropiadas del desfibrilador.
Se incluyeron a 173 pacientes con MA (53% probandos; 44% mujeres; edad 41 ± 16 años). La mediana de duración de ejercicio físico fue 2,5 horas (rango intercuartil: 2,0 a 5,5 horas), y 91 pacientes (52%) refirieron ejercicio físico de alta intensidad. Las arritmias malignas ocurrieron en 83 pacientes (48%) y fueron más prevalentes en aquellos con ejercicio intenso que en ejercicio de baja intensidad (74% frente a 20%; p < 0,001), y más prevalentes en larga duración frente a corta duración de ejercicio (65% frente a 31%; p < 0,001). El ejercicio intenso fue un potente predictor y marcador de arritmias ventriculares, incluso después de ajustar por la interacción con el ejercicio de larga duración (odds ratio: 3,8; intervalo de confianza al 95%: 1,3 a 11,0; p < 0,001), mientras que el ejercicio de larga duración no lo fue.
Los autores concluyen que el ejercicio físico intenso fue un predictor independiente, y un marcador de arritmias ventriculares en los pacientes con MA, con independencia de la duración de la actividad física. Es recomendable restringir el ejercicio físico intenso a los pacientes con MA.
Comentario
La MA es una causa relativamente frecuente de muerte súbita. Su prevalencia aproximada es de 1/1000, y explica entre el 4 y el 24% de las muertes súbitas en deportistas. El ejercicio físico vigoroso empeora y acelera la progresión de la MA, pero no existe un umbral establecido de ejercicio físico perjudicial, y no se dispone de datos sobre los diferentes tipos de actividad física. Como señala el doctor Link en el editorial que acompaña a este artículo, debido a los demostrados beneficios del ejercicio físico sobre la salud, la restricción del mismo podría crear un importante dilema clínico, ya que además los pacientes con MA suelen ser jóvenes y activos en el momento del diagnóstico. Los estudios anteriores habían analizado la dosis total de ejercicio, o el nivel de actividad, sin hacer una distinción entre la intensidad o la duración del mismo.
Los resultados del estudio que comentamos hoy son de utilidad para aconsejar sobre la actividad física a los pacientes con MA, y muestran que el ejercicio de alta intensidad es el factor más nocivo. El ejercicio de larga duración también se asoció con una peor evolución, pero la mayoría de pacientes que hacían ejercicio durante tiempo prolongado, realizaban también una actividad intensa. En el análisis multivariante, después de hacer un ajuste estadístico por intensidad y por otros potenciales factores de confusión, la duración del ejercicio aislada no fue un marcador de arritmias ventriculares. No obstante, sí que existió una mayor tendencia en los pacientes que hacían ejercicio prolongado a una mayor dilatación del ventrículo derecho. El aumento de tamaño ventricular derecho es un efecto conocido del entrenamiento de resistencia, pero también se asocia con mayor progresión de la enfermedad en la MA (la dilatación ventricular y las arritmias son fenómenos precoces que pueden seguirse del desarrollo de disfunción ventricular).
La combinación de ejercicio intenso + prolongado fue la que se asoció con un mayor riesgo de arritmias. Es destacable que un ejercicio poco intenso y prolongado no se relacionó con peor evolución. El efecto más perjudicial del ejercicio de alta intensidad, en comparación con el de larga duración tiene varias explicaciones posibles. Durante el ejercicio intenso, la tensión de la pared ventricular derecha supera a la izquierda, debido al menor grosor. El aumento de tensión parietal es menos pronunciado en ejercicios de baja intensidad, que pueden tolerarse mejor y durante más tiempo.
En este estudio, el umbral considerado como perjudicial para la intensidad del ejercicio físico fue de 6 a 7 METS, y por lo tanto, la restricción de ejercicio físico en la MA debería extenderse a otras actividades recreacionales como el fútbol o la natación rápida, y no limitarse exclusivamente a los deportes de competición. Curiosamente, las mujeres con MA tenían dosis de ejercicio más bajas que los pacientes varones, y esta podría ser una de varias explicaciones de la menor penetrancia de la enfermedad en las mujeres.
Entre las limitaciones del estudio, es importante destacar que la cuantificación de la actividad física se realizó en base a la información referida por los propios pacientes, en los tres años antes del diagnóstico de MA.
Como conclusión final, este estudio mostró que el ejercicio a > 6 MET se asoció con arritmias ventriculares y un fenotipo de MA más severo que el ejercicio de baja intensidad. Por tanto, los pacientes con MA deben evitar el ejercicio de alta intensidad. El ejercicio de baja intensidad, incluso de larga duración, no se asoció con un efecto perjudicial y podría ser una alternativa aceptable para los pacientes que desean mantener un estilo de vida activo.
Referencia
- Lie ØH, Dejgaard LA, Saberniak J, Rootwelt C, Stokke MK, Edvardsen T, Haugaa KH.
- JACC Clin Electrophysiol 2018;4(6):744-753.