En este artículo de revisión de gran interés se resumen de una forma sencilla las evidencias sobre la enfermedad cardiovascular inducida por radioterapia en neoplasias torácicas, correlaciona la dosis recibida por diferentes estructuras cardiacas con el desarrollo de eventos mayores cardiovasculares y aporta una visión sobre la utilidad del uso de los biomarcadores y de las técnicas de imagen avanzadas para el seguimiento de los largos supervivientes.
La radioterapia es un componente importante del tratamiento antitumoral. Las neoplasias torácicas entre las que se encuentran las pulmonares, esofágicas, gástricas, mama, linfomas y cánceres infantiles a menudo incluyen regímenes con radioterapia en su tratamiento curativo y la exposición cardiaca a la radiación puede a largo plazo afectar cualquier componente del corazón (miocardio, válvulas, arterias coronarias y sistema de conducción).
A pesar de los avances tecnológicos la radioterapia aumenta el riesgo relativo de desarrollar enfermedad cardiovascular. Por cada Gray de dosis media de radiación recibida por el corazón, el riesgo de desarrollar cardiotoxicidad aumenta entre un 4% y un 16%, sin que se haya identificado una dosis que se pueda considerar segura. Nuevas evidencias han demostrado que en determinadas neoplasias como las de mama izquierda y los linfomas la dosis de radiación media de estructuras cardiacas específicas como es la dosis recibida por la arteria descendente anterior, se correlaciona mejor con el desarrollo de toxicidad cardiaca y con la supervivencia que la dosis cardiaca total.
Añadido al riesgo de la radiación per se no debemos olvidar el riesgo individual, directamente relacionado con los factores de riesgo cardiovascular. La presencia de alguno de estos factores duplica el riesgo de desarrollar un evento cardiovascular mayor en pacientes que van a recibir radioterapia. Es necesario evaluar el riesgo cardiovascular e identificar que pacientes presentan más riesgo de desarrollar cardiotoxicidad para poder realizar sobre ellos un seguimiento más estrecho.
Para el screening y diagnóstico de cardiotoxicidad además del uso de determinados biomarcadores, las diferentes pruebas de imagen, con la ecocardiografía como gold standard, nos van a permitir una valoración precoz del daño cardiaco. Se recomienda de forma general realizar una ecocardiografía y un test de detección de isquemia entre 5 y 10 años tras finalizar la radioterapia, repitiendo si no existen anomalías cada 5 años. Por último, nuevos usos de la radioterapia podrían ayudar al conocimiento de los mecanismos que contribuyen al daño cardiaco mediado por radiación.
El futuro debería dirigirse hacia una radioterapia más personalizada basada en disminuir la dosis recibida por las estructuras cardiacas, la integración de datos clínicos y los obtenidos con las pruebas de imagen con la finalidad de minimizar el riesgo de desarrollar cardiotoxicidad.
Referencia
- Carmen Bergom, Julie A. Bradley, Andrea K. Ng, Pamela Samson, Clifford Robinson, Juan Lopez-Mattei, and Joshua D. Mitchell.
- J Am Coll Cardiol CardioOnc. 2021 Sep, 3 (3) 343-359.