El cigarrillo electrónico se está convirtiendo en un auténtico fenómeno social, y todos somos testigos del crecimiento del marketing que rodea a este dispositivo. Por ello, la SEC ha decidido manifestarse públicamente.
Existe actualmente un vacío legal y de regulación que ha facilitado la expansión del uso de este dispositivo, y una proliferación de los comercios especializados en estos productos, y de los anuncios publicitarios que promueven su uso. No obstante, el fenómeno es demasiado reciente como para acumular una evidencia sólida sobre la seguridad de su uso.
Algunos colectivos contemplan el cigarrillo electrónico como una posible herramienta para dejar de fumar, otros lo ven más bien como una estrategia de reducción de riesgos, considerando que su uso es en todo caso menos nocivo que el consumo de tabaco. Las Sociedades Científicas tienen la responsabilidad de analizar los datos existentes con el fin de definir unas recomendaciones prudentes frente a uso del cigarrillo electrónico, al menos hasta que se establezca una regulación adecuada de este nuevo producto de consumo.
Los aspectos que más preocupan desde el punto de vista de la salud pública son los siguientes:
- Muchos de los cartuchos que se comercializan contienen nicotina, en cantidades no siempre descritas ni reguladas. La nicotina es una potente sustancia psicoactiva de gran capacidad adictiva. Existe la posibilidad de que el uso del cigarrillo electrónico genere adicción a la nicotina incluso en personas que no hayan fumado previamente tabaco. También puede favorecer el que se cree un consumo dual de tabaco y cigarrillo electrónico, lejos de favorecer la deshabituación tabáquica en fumadores.
- La nicotina es además un tóxico cardiovascular capaz de producir vasoconstricción coronaria, aumento del trabajo miocárdico y de las demandas de oxígeno, y puede inducir un estado de hipercoagulabilidad por favorecer la agregabilidad plaquetaria. El consumidor de cigarrillo electrónico podría estar inhalando una cantidad inusitadamente alta de nicotina, pudiendo alcanzar unos niveles en sangre incluso más elevados que los habitualmente alcanzados mediante el consumo de tabaco.
- Hay que tener en cuenta que la dosis letal de nicotina oscila entre 0,5 y 1 mg por kg de peso, por lo que un niño de 30 kilos podría morir si ingiriese accidentalmente el contenido de un solo cartucho.
- El vapor del cigarrillo electrónico contiene sustancias potencialmente tóxicas y nocivas para la salud, habitualmente propelentes como el dietilenglicol (se usa como anticongelante en los coches) y el propilenglicol. Algunas marcas liberan cantidades detectables de N- nitrosaminas, carcinógeno que también se encuentra en el humo de los cigarrillos. Aunque la evidencia acumulada hasta la fecha no permite aclarar si el cigarrillo electrónico tiene potencial cancerígeno, tampoco se puede afirmar con rotundidad que no exista ese riesgo, mensaje que se ha lanzado en algunas campañas publicitarias publicadas a toda página en diarios de gran tirada a nivel nacional.
- Muchas marcas contienen dosis de glicerina y trazas de diversos aditivos del tabaco. Se han detectado casos de neumonía lipoide exógena por inhalación de glicerina, y casos de fibrosis pulmonar, lo que indica la potencial peligrosidad de inhalar ciertos productos aparentemente inocuos.
- Diversas marcas contienen saborizantes atractivos para los jóvenes, como chocolate, café o menta. En distintos entornos se han publicado informes sobre el alarmante aumento de consumo de cigarrillos electrónicos en la población adolescente. Esta vía de experimentación podría ser una puerta de entrada al consumo de tabaco.
- A diferencia de la terapia con sustitutos de nicotina (TSN), el uso del cigarrillo electrónico no acumula evidencias sólidas a través de estudios randomizados sobre su eficacia y su seguridad.
- Otro aspecto que genera importantes dudas es que sea la propia industria tabaquera la que esté promocionando y comercializando sus propias marcas de cigarrillos electrónicos.
- También preocupa el hecho de que el cigarrillo electrónico sea una forma de frenar la desnormalización del tabaquismo, al no estar sujeto su uso en lugares públicos a las mismas restricciones que el consumo de tabaco. Los logros en salud pública de la actual Ley Antitabaco son importantes y objetivos, tanto en reducción de la prevalencia de tabaquismo, como en la reducción de ingresos por infarto y asma, tal y como se recogen en el Informe a las Cortes Generales de evaluación del impacto sobre la salud pública de la Ley 42/2010 (1). Existen dudas razonables sobre si el uso del cigarrillo electrónico pudiera interferir en estos avances en salud pública.
- El cigarrillo electrónico abre un nuevo espacio de permisividad, desvirtuando otro logro importante de la Ley de Tabaco, y es que la población vea el hábito de fumar como algo nocivo.
Ante esta incertidumbre, algunas autoridades científicas y sanitarias han comenzado a definir su postura ante el uso del cigarrillo electrónico. La Organización Mundial de la Salud publicó un informe en Julio 2013 en el que recuerda que no existe evidencia científica sólida para apoyar el uso terapéutico de estos productos, existiendo además dudas razonables sobre si su uso podría favorecer que se mantengan o se promuevan los mecanismos de adicción a la nicotina. Por ello la OMS ha prohibido expresamente a los fabricantes que anuncien este producto como una forma de tratamiento del tabaquismo, y desaconseja su uso hasta que algún organismo regulador competente compruebe su seguridad y efectividad (2). En septiembre de 2013, la American Heart Association (AHA) ha publicado su propio posicionamiento, tras la alerta suscitada por un aumento del uso del cigarrillo electrónico entre estudiantes de grado medio y superior según un estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). El porcentaje de jóvenes entre 11 y 18 años que consumen cigarrillos electrónicos pasó del 1,1 al 2,1% entre 2011 y 2012, y se estimó que unos 160.000 estudiantes que no habían fumado nunca antes comenzaron a usar el cigarrillo electrónico en 2012 (3). Ante el preocupante problema de salud pública que supondría crear una nueva puerta de entrada al consumo de tabaco en jóvenes, la AHA insta de forma contundente a la FDA a regular este producto sin dilación. Países como Australia han prohibido la comercialización de cigarrillos electrónicos. En Europa el cigarrillo electrónico se encuentra en un limbo legal, y en la reciente revisión de la Directiva Europea de Productos de Tabaco no se ha abordado su regulación, no considerando el cigarrillo electrónico como un producto farmacéutico ni como producto de tabaco, a pesar de que muchos contienen nicotina. La responsabilidad sobre su regulación recae sobre los estados miembro, España y otros nueve países de la UE no tienen ninguna regulación hasta la fecha, y otros 11 países lo consideran ya como un producto farmacéutico que deberá someterse a la regulación correspondiente. Mientras tanto el tiempo corre y el uso del cigarrillo electrónico se extiende como la pólvora, haciendo que cada vez sea más complicado establecer una regulación eficaz sobre su uso y comercialización. Existen ya iniciativas de regulación a nivel institucional, recientemente la Agencia de Salud Pública Catalana ha establecido varias vías de actuación para regular y prohibir el uso de los cigarrillos electrónicos en espacios públicos. La Generalitat catalana busca además elaborar un anteproyecto de ley para prohibir la venta a menores, y extender las restricciones sobre publicidad y patrocinio que se aplican al tabaco. La Consejería Andaluza de Salud también ha expresado su intención de prohibir el uso de cigarrillos electrónicos en centros sanitarios y educativos. La Generalitat Valenciana acaba de anunciar que regulará la utilización del cigarrillo electrónico en espacios públicos como centros de salud, hospitales, residencias de la tercera edad y colegios.
Ante esta situación de incertidumbre, la Sociedad Española de Cardiología considera que:
- No existe evidencia sólida para recomendar el uso del cigarrillo electrónico como terapia para dejar de fumar ni como estrategia de reducción de riesgos.
- Existen dudas razonables sobre su seguridad que deberán aclararse mediante estudios de seguridad. Debe conocerse el contenido en nicotina y otras sustancias potencialmente tóxicas de estos dispositivos.
- Urge establecer una regulación del cigarrillo electrónico. Estamos ante un fenómeno de crecimiento exponencial, que podría tener consecuencias muy negativas sobre la percepción del riesgo asociado al tabaquismo. La extensión del consumo del cigarrillo electrónico puede favorecer la aparición de un consumo dual tabaco-cigarrillo electrónico, que puede marcar un retroceso en las políticas de control del tabaquismo.
- Nos preocupa especialmente el mensaje engañoso que se está lanzando de “ausencia de riesgos”, y el marketing que pretende transformar el cigarrillo electrónico en un producto atractivo y de moda.
Por ello la Sociedad Española de Cardiología se posiciona en la misma línea que la OMS, que el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, y que otras Sociedades Científicas, no recomendando el uso del cigarrillo electrónico como dispositivo válido para dejar de fumar, e instando a las autoridades sanitarias a establecer una regulación de forma urgente.
1 Informe a las Cortes Generales de evaluación del impacto sobre la salud pública de la Ley 42/2010
2 WHO.Questions and answers on electronic cigarettes or electronic nicotine delivery systems (ENDS), Statement. WHO. Ginebra, 9 julio 2013.
3 Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Notes from the field: electronic cigarette use among middle and high school stu- dents - United States, 2011-2012. MMWR Morb Mortal Wkly Rep. 2013 Sep 6;62(35):729-30.